Lo malo de las herencias es que se terminan y hay que arbitrar otras
fuentes de ingresos, porque no se puede ir por la vida sólo de heredero. Tan se
no gastan las herencias que la renta per cápita de los españoles de pocos años
a esta parte se nos ha convertido en la mitad de lo que era y, como suele
decirse en la Bolsa, seguimos con tendencia a la baja. Porque, dicho sea de
paso, lo que nos importa a los hombres de la calle, partidos y tendencias
políticas aparte, es que nuestro poder adquisitivo no vaya disminuyendo, nuestra
cesta de la compra no esté cada vez más cara y
con menos artículos de los que tenía, nuestro puesto de trabajo no este
más inseguro porque cada vez se cierran más industrias, y no se abren ningunas;
que cada vez nos suben más los impuestos, sin darnos opción a enjugar nuestro
déficit particular por aquello de las incompatibilidades —en muchos casos—, porque
aumenta el paro, porque se nos engaña en todo, aun en esto y, porque dígase lo
que se quiera, vamos a marchas forzadas a la España de la alpargata de la que
salimos hace años, por las razones que fuera —que no deseamos nos expliquen
porque muchos las vivimos— y los políticos de ahora no saben más que destruir
sin crear, lo que no puede más que llevarnos todo lo cuesta abajo que ahora
vamos y sin horizontes halagüeños para los que formamos el pueblo y no tenemos
cargos políticos de los que sacar alguna renta.
Sé que contarles esto a políticos bien pagados, a todos los niveles,
es un poco tontería, porque uno mide por
uno mismo y a ellos el nivel les ha aumentado, casi a cambio de nada, por lo
que habrá que esperar a que se les termine “el
chollo” —si es que logramos que se les termine— para que comiencen a
entender al pueblo llano y sus angustias.
Diario HOY, 14 de febrero de 1985
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