Está bien esto que nuestro alcalde se ha sacado de la manga, de las
reuniones con la junta de portavoces, del resto de los grupos municipales,
porque en cierto modo se va un poco “al
alimón”, con los representantes de la posición. Claro, que luego está la
Permanente y el Pleno que son los que en definitiva deciden sobre los asuntos,
por lo que lo otro puede convertirse sólo en un hablar por hablar, como lo es
el Consejo de antiguos alcaldes, que también se sacó de la manga Juan Iglesias,
y que tiene el encanto social de reunir las viejas glorias municipales de todo
tiempo en una comida que suele ser muy ilustrativa por aquello que reza como: “del viejo el consejo” y “la veteranía es un grado”.
Pero volviendo a la reunión de la Junta de portavoces, todo ello tiene
el encanto de que se sigue hablando de los problemas municipales, se da “cancha” en ellos a la oposición (sólo
para conocer su criterio, claro) porque a la hora de decidir serán la Permanente
en la que algún grupo no está representando, o los votos del Pleno los que
decidan, pero por aquello de que “hablando
se entiende la gente”, está bien que se hable. Nuestro alcalde es una
persona muy comunicativa y todo esto lo demuestra, lo malo es que al lado de
este charlar no hay resolución en las cosas,
se nos deteriora la ciudad a marchas forzadas, la oposición no “oposita” y los encargados de ejecutar no
ejecutan.
Ahora se vuelve a suscitar, en esa junta, lo del aparcamiento
subterráneo de la Plaza Mayor, para volver a quedarlo aparcado, y hablar de
hacerlo mejor en el Parque de Calvo Sotelo o junto al Merado de Abastos. El
caso es no ejecutar lo acordado y seguir hablando eternamente del asunto hasta
que nos aburramos, un poco el sistema Morán para Gibraltar, fiar el arreglo de
la ciudad para dentro de los próximos cuarenta y cinco años. Es desde luego lo
más cómodo.
Diario HOY, 9 de febrero de 1985
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