Mire usted por donde, los temas internacionales —o al menos algunos de
ellos, como éste de Gibraltar— suelen apasionarnos a todos, por lo que ayer los
cacereños “echaban su cuarto a espadas”
sobre la ventaja o desventaja de la apertura de la verja, para España, que es lo
que interesa porque para Inglaterra y los gibraltareños ya sabemos que tiene
todas las ventajas.
La gente, la nuestra también, se preguntaba: “¿y qué vamos a sacar a cambio?”, porque en el toma y daca de la
política, y más internacional, nada se da por nada. Hay quien dice que era un
gesto del Gobierno socialista buscando un efectismo a cambio, de tipo
electoral, pero puede salirles el tiro por la culata y ya es sospechoso el que
no se explique más que nebulosamente (las familias están divididas, la zona no
debe estar partida) y referido a la zona próxima, pero no se hable de ventajas
de tipo nacional en lo de ceder en la apertura.
La opinión general aquí —donde también hay opinión— es que los únicos
que han sacado ventajas son Inglaterra y los “llanitos”, que acogerán el turismo de la costa del sol española,
sin darnos nada a cambio, o muy poco. Tampoco es de esperar que los “llanitos”
cambien su “britanismo” por un “españolismo” que les trae muy poca o
ninguna ventaja. Un español tiene más impuestos que un gibraltareño; éste cobra
en libras, que se las convierten en España en mucho más que si cobraran en
pesetas; tienen mejores servicios sociales que nosotros, porque los nuestros se
están deteriorando a marchas forzadas, más seguridad en el empleo y hasta un
trato de mimo por parte de Inglaterra,
por ser una “colonia especial”.
Díganme sinceramente y dejando el patriotismo aparte, si al resto de los
españoles nos dieran a elegir entre quedarnos con Boyer o irnos con la
Thatcher, qué haríamos.
Diario HOY, 7 de febrero de 1985
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