Desde luego, con lo que acaba de pasar, yo, si fuera coriano, o
cauriense —vamos, de Coria, para entendernos— solicitaría a la Comunidad Autónoma
que cambiaran el nombre de mi ciudad por el de Coria-City, ciudad del Oeste
(aunque sea del Oeste español), porque al paso que vamos se nos está poniendo
como el Oeste americano de los buenos tiempos del “Colt” al cinto, los asaltos a los bancos, las amenazas en el “saloom” a los ciudadanos que lo más que
hacemos es levantar las manos y decir aquello de: “No voy armado, forastero”, pero nuestros forasteros como no se
rigen por la ley del antiguo Oeste, sino por otras mucho menos románicas, te
desvalijan sin más, y si les viene en gana te “agujerean la piel”, como se dice
en las novelas clásicas.
Es más, lo sucedido en nuestra Coria, (la de Extremadura, España,
Europa) encajaría más con alguna ciudad perdida en los desiertos de la vieja
California, Arizona o cualquiera de los sitios reflejados en la novelística del
“western”, y aun de la novela negra
americana, ya que los protagonistas estaban encapuchados, como los miembros del
“Ku-klux-klan”. Cierto que en Coria
faltan los negros, pero podrían llevarse. De todos modos, ¡qué guión de cine
salía de todo aquello!. El ayudante del “sheriff”
(o sea el policía municipal) estaba medio dormido, vigilando la cárcel del
condado de Coria-City: tenía a buen recaudo a Man, Mikey y Pac, que la noche
antes habían asaltado el “saloom”,
pero estaban sueltos el jefe de la banda y otros números que, sigilosamente y
con capuchas, maniataron al ayudante y liberaron a sus compañeros. Los caballos
estaban en la parte de atrás de la prisión y la fuga quedó rubricada con el
sonido de una cabalgata…
Si aquí fuéramos emprendedores qué buen guión nos salía, oiga. Lo malo
es que como los “sheriff” sigan
fallando de esta manera, vamos a tener que terminar armando al vecindario.
Diario HOY, 7 de marzo de 1985
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