El hombre siempre ha estado esperando el “retorno de los brujos”. Por muy ateo que se confiese un hombre, en
el fondo de su conciencia cree en algo al margen y superior a él y hasta llega
a suplir la idea de Dios por alguna idea supersticiosa, por los brujos de que
hablamos. Pero es que aun siendo un hombre religioso, siempre queda un hueco
para creer en las brujas y en sus brujerías, porque aunque no existan, “haberlas hailas”, como decía el
gallego. Y es que en el fondo de todos
los hombres existe un poco de ingenuidad, quizás movida por la ambición, pero
existe. Ello explica el que los ambiciosos sean objeto de timos; el que los más
sensatos crean en promesas utópicas de partidos políticos y el que el más duro
de corazón esté esperando siempre el “milagro”,
venga de donde venga.
No es explicable, por ejemplo, que hombres de tan “pelo en pecho” como nuestros
conquistadores creyeran que en América existía la “Fuente de la Juventud”. Yo he estado en Sacsahuaman, una fortaleza
cerca de Cuzco, donde los soldados de nuestro paisano Pizarro se atiborraron de
agua de su fuente, por creer que alcanzaban la eterna juventud y luego pagaron
con los indios al ver que ésta no llegaba.
La magia y los milagros, si no han movido al mundo, han movido a los
hombres que siempre esperamos llegar a conseguir esa varita mágica que nos
sacará de nuestra miseria, sea en forma de “supermán”
o sea en forma de quinielas, o de rezos a alguna deidad superior o por medio de
los extraterrestres.
En fin, que todo este fondo de ingenuidad hacia lo trascendente, o lo
que a nosotros nos lo parece, creo que es el causante de los éxitos que en
Cáceres está teniendo esta Semana de
Parapsicología organizada por el Centro de Estudios Parapsicológicos de Extremadura,
que llena cada noche de público el salón
de la Caja de Ahorros. Cierto que son temas, hoy día, científicos pero nos
parecen tan próximos a la brujería que uno siente esa atracción morbosa de que
hablamos.
Diario HOY, 8 de marzo de 1985
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