
Con el “Libro de Becerro”
pudo haber hasta un interés crematístico en el robo, por ocultar las lindes de
una finca o por cualquier otro motivo material y de intereses poco confesables,
pero con lo que vamos a contarles ahora no caben más que “intereses” espirituales, religiosos o supersticiosos, si ustedes
quieren. El caso es curioso. Como casi todos los cacereños saben, en el
santuario de la Patrona, Nuestra Señora de la Montaña, se enseña la antigua
cueva en la que vivió el eremita Francisco de Paniagua, que trajo su imagen y
su vocación a Cáceres. En la pequeña cueva hay una serie de sencillos enseres
de los que Paniagua se valía: escudillas, candiles, ollas y cántaros de barro y
alguna que otra calabaza para agua de las que el bendito Paniagua utilizaba
para litigar su sed cuando viajaba, porque, al decir de las biografías, pocas
veces probaba el vino, Pues bien, una de esas calabazas había desaparecido
misteriosamente de la cueva y, la verdad, nadie la echó en falta hasta que
ahora, dieciocho años después, un devoto la ha devuelto a la Cofradía,
ocultando su nombre y sin explicar por qué razón efectuó el robo.
Diario HOY, 15 de enero de 1987
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