La asistencia a los plenos, sobre todo a los provinciales, los de la
Diputación, es muy ilustrativa y aleccionadora. Es lástima que esa asistencia
pública de la que tanto se habla, no siga dándose como dicen que se daba, aún
en Cáceres, durante la época de la República. Es más, tengo oído, aunque no
puedo afirmarlo, que en algunos de los plenos municipales, que eran públicos,
como son los de ahora, la asistencia era grande y había un turno en el que el
público asistente era invitado a hablar de una forma ordenada, con lo que se
les condecía voz, aunque no voto, en los asuntos que podrían ser de un interés
público.
Tengo leído, en algún periódico de la época, que en el mes de julio
del 36 se celebró un muy movido pleno municipal, con intervención del público
asistente, en el que se “ventilaba”
—como suele decirse— el nuevo abastecimiento de aguas a Cáceres que venía avalado
por el propio alcalde don Antonio Canales, que quedó aprobado y que no pudo
efectuarse porque la guerra trastocó todos los planes y la historia prevista.
Quede eso aparte y valga sólo para decir que la asistencia de público a los plenos
era una cosa corriente en la época, que ahora se ha perdido totalmente, pero
que sería muy aleccionadora para muchos de nuestros convecinos y para conformar
su futura actuación en los próximos comicios.
Por hablar solo del más próximo, el de la Diputación, diremos que daba
pena ver debatirse a los cuatro diputados de AP, contra los 14 (creo que eran
esos) del PSOE. Como decía en broma en los pasillos, a ellos mismos, el
presidente Manuel Veiga: “Os dejamos
hablar un poquito, para que desahoguéis, luego os damos un golpe de rodillo y
asunto concluido”.
Lo malo de todo esto es que los líderes del partido de oposición todo
esto lo desconocen, porque siguen luchando por ver quién de ellos se lleva el
sillón, importándoles un comino el futuro de su ideología.
Diario HOY, 25 de enero de 1987
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