Esta noche nos disponemos a “quemarle
la huella” a 1986, o si ustedes quieren, a enterrarle y, como en todos los
entierros, habrá que hacer el panegírico al difunto y no nos parecerá tan malo
el 1986, porque entre otras cosas, estos “entierros”
que se realizan a base de uvas y alcohol (sea champán o vino peleón) nos hacen
ver las cosas color de rosa y, porque, pensándolo bien y sin haber tomado una
sola copa, a mí no me pareció tan malo el año que va a concluir en lo que al
aspecto global y municipal se refiere. Por no pararnos en aspectos nacionales,
de los que se encargarán otros, vean que, para los cacereños, eso de que nos
hayan declarado en Europa patrimonio de la Humanidad es una consecución que
para sí quisieran muchas otras ciudad habiendo algunas que lo solicitaron sin
conseguirlo. No digo yo que ello sea la panacea para los problemas de Cáceres,
que tendremos que resolver los propios cacereños tanto en el año venidero como
en los que nos toque vivir, pero sí que si se sabe utilizar bien tal
designación, podremos abrir nuestra ciudad al turismo que puede ser una fuente
de riqueza en el futuro, en esta tierra donde tan escasos andamos de ella.
Por lo dicho, nuestra actitud y disposición, como cacereños, es mentalizarnos
y prometernos, al filo de la entrada del nuevo año, que en el futuro vamos a
trabajar todos, cada cual en su parcela, por que nuestra ciudad sea más grata
al que nos visita, más hospitalaria, más limpia, con menos ladrones y gamberros
de los que ahora tenemos, porque todos nos vamos a empeñar en hacer la ciudad
patrimonio de todos, El título va por delante sirviéndonos de compromiso común
ante el 1987, que deseo grato a todos.
Diario HOY, 31 de diciembre de 1986
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