Nos lo dijo el concejal de Consumo, Emilio Vázquez, que “en estas fechas de la Navidad la batalla de
los precios era batalla perdida”, aún a pesar de las muchas asociaciones,
oficinas y organizaciones de defensa del consumidor. Resulta que, como siempre,
el consumidor se tiene que defender solo y esas organizaciones son un poco
consejeras de lo que uno debe o no debe hacer, porque los comerciantes están
tan bien organizados que, cuando ven ocasión de ganar una peseta más —caiga
quien caiga— van a por ella, porque es su orientación en la vida y viven de
ello. Yo sé que a muchos amigos comerciantes esto que digo puede no sentarles
bien, pero lo digo sin ánimo de ofenderlos y reconociendo que mercaderes y comerciantes
que han vivido de servir a los demás los ha habido siempre,
Dicho esto, como simple consumidor, pienso que los tonto somos
precisamente los consumidores, que nos empeñamos en comer pavo y langostino a
fecha fija una vez al año, lo que es ponerle a los comerciantes el asunto como
dicen que le ponían las carambolas a Fernando VII, porque si los consumidores
nos conformáramos con comer unas sopas de patatas (que bien ricas están) y unas
sardinas en estas fechas, los langostinos y el pavo seguirían a su precio.
Todo esto es así, y hay que reconocer que la oferta y la demanda
tienen estas cosas. Lo único que me parece fuera de lugar en estas fechas no es
el precio, sino el que parece que muchos de nuestros comerciantes (o algunos de
ellos), además, disfrutan engañándote en la calidad o en la falta de peso del
producto que ya de por sí venden tan caro.
Diario HOY, 16 de diciembre de 1986
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