Una de las frases felices, y que me ha parecido de las más acertadas
que se han dicho con motivo de declarar a Cáceres patrimonio de la Humanidad,
ha sido el llamarla “la pequeña Florencia”.
Parece que la frase la pronunció el miembro del ICOMOS, que hizo la encendida
defensa de nuestra ciudad como merecedora del título ante la UNESCO. Quiero
explicar por qué me ha parecido acertada la frase y, de paso, ofrecer a los cacereños
un nuevo modo de ver nuestra ciudad monumental. Florencia es la ciudad que
marca el paso del mundo antiguo al Renacimiento. Pues bien, en los monumentos
de nuestra Cáceres está marcado el paso, en lo arquitectónico, de la Edad
Medieval a la Edad Moderna. Lo que eran nuestros palacios y casonas solariegas
antes del descubrimiento de América, y lo que son después cuando llegan a ellas
los primeros símbolos americanos, que nos marcan el inicio de la edad moderna.
Dentro del Cáceres monumental, la plaza que arquitectónicamente es la
de antes del descubrimiento, es la de San Mateo. Sus viejas casonas excepto el
escudo de armas y el arrabá que enmarca la portada, no tienen más adorno; las
torres son de castillos medievales, desmochadas o no, como pueden ser ejemplo
de ello la de los Plata, Los Golfines de Arriba o las Cigüeñas. La plaza que
inicia la Edad Moderna y recoge los primeros símbolos americanos, con una mayor
profusión de adornos en sus fachadas, es la de Santa María. el mismo escudo esgrafiado
en el palacio de Hernando de Ovando; los medallones del palacio episcopal, con
una china y una india (el viejo y el novísimo mundo); La Virgen de Guadalupe de
Méjico que enmarca la portada de la Diputación; la profusión de adornos en toda
la fachada de Golfines de Abajo, dicen muy a las claras que llega un orden
nuevo, que también está en el balcón de esquina del palacio de Godoy con lo que
en Cáceres, como en Florencia, puede estudiarse el paso de una edad a otra.
Diario HOY, 5 de diciembre de 1986
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