miércoles, 23 de agosto de 2017

A propósito de Santiago


(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Esta es una historia para contarla el filo de la festividad de Santiago, razón por la que la contamos. Yo no sé si saben ustedes lo que al rey Alfonso IX de León le costó el quedarse con Cáceres, como cosa propia, tras de conquistársela a los moros, en 1227 ó 1229, porque tampoco los historiadores están muy de acuerdo en las fechas. Pues, además de conquistarla, para poder hacerla “villa real” —o sea, tener la total propiedad de la misma— le costó el ceder a la Orden de Santiago dos villas de su propiedad y dos mil maravedíses (que entonces debía ser una cantidad importante).
Sucedió que en Cáceres, y precisamente en la iglesia de Santiago, había nacido la Orden de “Fratres de Cáceres” o “Caballeros de la Espada”, que fue el primitivo nombre que tuvo la Orden de Caballería de Santiago, y dichos caballeros, que habían perdido la villa a la que consideraban como su “casa matriz”, ante el impulso de los almohades, se unieron al rey de León para conquistarla; pero una vez conquistada ésta, la reclamaron como posesión suya, por lo que el rey tuvo que pleitear con la Orden en un “contencioso” que duró dos años y que finalmente fue sancionado por el Papa que ordenó que el rey se quedara con Cáceres, pero que, a cambio y como indemnización, a la Orden le diera las villas de Castrotorafe y Villafátila y dos mil maravedises en mano. El rey así lo hizo, pero debió ser a regañadientes y por ser el Papa el que lo decía, puesto que este enfado se refleja en nuestro Fuero, dado por él, que está considerado como el más anticlerical de España, ya que en él se prohíbe al vecindario que dieran nada de sus bienes raíces a los cogullados y a los que renuncian al siglo, vamos, para entendernos, a los religiosos y a las órdenes religiosas.
Tampoco debieron quedar muy conformes los Caballeros de Santiago, porque es tradición que hasta arrancaron los sepulcros que figuraban en la iglesia para trasladarlos a sus nuevas posesiones sin querer saber más de Cáceres, aunque quedara el nombre de Santiago de los Caballeros en la iglesia y alguna toponimia más, como puede ser la de “Cuesta del Maestre”.
Hoy día, Castrotorafe, antigua población de Zamora, ha desaparecido y Villafáfila, también de Zamora, cuenta con menos de dos mil habitantes, aunque fueron el trueque por el que el rey Alfonso IX pudo quedarse con nuestra ciudad que, entonces, no admitió más señorío que el propio de los reyes.
Una vieja historia, para contar al filo del día de Santiago.
Diario HOY, 25 de julio de 1982

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