Desde que, siendo un chaval, leí el cuento titulado “Alí Babá y los cuarenta ladrones” yo
sabía que esto tenía que suceder. No sé si ustedes recuerdan ese cuento
infantil, en el que Alí Babá y sus muchachos tenían una cueva donde ocultaban
los tesoros robados que quedaba automáticamente cerrada por una serie de rocas
que sólo daban paso a lo que sabían pronunciar la contraseña secreta de: “¡Ábrete Sésamo!”, obedeciendo a la palabra
y quedando la puerta libre de peñascos, que volvían a cerrarse tras del que
estaba en el secreto…
Esto tenía que suceder, y los japoneses han dado con el secreto de las
palabras mágicas, fabricando un barco que obedece a la voz humana. Lo acaban de
probar en los astilleros de Oppama y sus complicadas computadoras ponen a punto
el sistema de control y guía del barco, nada más que alguien —un japonés, por
supuesto— le lanza las voces oportunas, que el barco, cual perrito faldero bien
adiestrado, obedece sin rechistar. El barco se llama “Kinokawa” y, por lo que he leído, es tan dócil a la palabra que
merecería figurar en algún circo… Como les digo al principio, casi igual que en
el cuento de “Alí Babá”, porque los
japoneses son tan fenómenos que están logrando hacer ciertas las fantasías más
grandes que uno pueda imaginar.
Pero el anuncio va a tener una tremenda pega para los occidentales y
es que, no sólo habrá que aprender japonés para manejar barcos de este tipo,
sino pronunciarlo perfectamente porque la más ligera vacilación en la fonética
dejará la nave sin obediencia, y lo que es peor, hasta podrán equivocarla. La
cosa para un japonés nativo debe ser como el mandar una compañía de soldados: “¡Vuelta a la derecha!”, “¡avance!”, “¡atrás!”, etc…, pero vaya usted a saber cómo se dice todo eso en
japonés.
Por ejemplo, supongamos que para marchar hacia delante hay que decir: “¡Kokorococó!” y usted, que pronuncia
mal el japonés, dice: “¡Kikiriquicó!”,
el barco lo interpreta mal y sale hacia atrás que estalla, llevándose medio
muelle. Supóngase que para ir a la derecha hay que decir: “Anaca kuyana” y se le olvida tan complicada palara, o suelta “Kuayana anaca”, se va hacia la
izquierda, choca con una nave inglesa o norteamericana y ya tenemos el lío; en
fin, que la cosa puede tener más complicaciones que las que se dicen… y por si
acaso, yo ya he pedido un diccionario de japonés y me voy a poner a estudiar
como un loco.
Diario HOY, 27 de mayo de 1982
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