Yo me voy a ceñir a narrar el hecho, quizás como sintomático. Ocurrió
el pasado miércoles en el mercadillo franco del Camino Llano, y al parecer
viene ocurriendo con frecuencia en dicho mercadillo, y aun en cualquier
concentración de personal más o menos grande. Nos referimos a los “carteristas” o “rateros” —ladrones en general para entendernos— que aprovechan
cualquier “río revuelto” de este tipo
para hacer su agosto o ejercer, más o menos dignamente, su profesión porque al
parecer esta de “ratero” es una profesión como otra cualquiera, aunque como es
lógico puede tener sus quiebras.
Tan habituados estamos a esto, que nada más anunciados los Mundiales
se calcularon en unos 30.000 los “amantes
de lo ajeno” que se desplazarían a España para ejercer “su profesión” y por ahí andarán haciendo
de las suyas, con la lógica desesperación de los robados.
Esto no es nuevo, y a cuenta de ello recordamos una anécdota ocurrida
en Cáceres cuando nuestro actual Rey, don Juan Carlos, vino aquí. Entonces
advirtió, y nos lo advirtió concretamente el entonces Delegado de Información y Turismo, nuestro buen amigo Munuera Quiñonero,
que en estos desplazamientos solían venir carteristas y hasta se había dado el
caso de que en una población visitada anteriormente por don Juan Carlos, habían
sido numerosas las carteras robadas por este sistema. Pues bien, en el lío que
se formó para acompañar al Rey desde la Plaza Mayor a Santa María, fue al
propio Munuera Quiñonero al que le robaron la cartera, y eso que la llevaba
abrazada con su propia gabardina, y era él el que advertía a los demás… Pero volvamos
a nuestro caso.
El pasado miércoles, una señora que hacía compras en el mercadillo,
notó que su bolso estaba abierto y le habían quitado de él el monedero. Sospechó
de una gitana próxima a ella, que intentaba largarse y tomándola por el brazo
la acusó de ello. La calé trató de montar el numerito protestando de que ella
no había sido, pero esta señora —que no debe conocer los derechos humanos, ni
los derechos de los ladrones, por ser “poco
leída”— le largó tal bofetón sin mediar más palabras, que a cuenta de él o
del miedo de la gitana, el monedero cayó de las ropas de esta última, quedando
el asunto solucionado.
Es, si ustedes quieren, un sistema bárbaro que trasgrede los “derechos humanos” de los que tanto se
habla… pero para mí que si la robada no emplea el sistema antiguo y trasnochado
del bofetón, a estas horas está llorando la pérdida de su monedero… Para
entendernos, si el sistema fue poco ortodoxo, pero no puede dudarse de su
efectividad a cuenta de lo visto.
Diario HOY, 25 de junio de 1982
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