(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
La más vieja sala de espectáculos de las existen en Cáceres en la
actualidad, es sin duda el Gran Teatro que, desde que se inaugurara en 1926, ha
tenido usos diversos de los que algunos cacereños no se acuerdan o no
conocieron.
Este teatro se hizo a iniciativa de un grupo de cacereños que se
repartieron una serie de acciones, presididos todos por don Rafael Durán, que
fue el que dio impulso a la obra aunque una vez levantadas sus paredes, durante
muchos años, sólo funcionó en su interior una barraca en la que se daba cine.
Terminado e inaugurado, por fin, el teatro, en el transcurso de su
existencia ha tenido los más variados usos, entre los que podemos contar el de
sala de baile durante el Carnaval, ya que su piso de madera, mediante un
ingenio mecánico, corregía su inclinación quedando totalmente nivelado, a la
altura del escenario y constituyendo la más estupenda pista de baile. Fue
también lugar para mítines políticos y actos culturales y durante la Guerra
Civil sirvió eventualmente como cuartel de tropas moras de las que llegaron de
África que, por cierto, lo dejaron casi totalmente destrozado.
Su uso más corriente es el que ahora tiene de teatro y cine. Hemos de
decir que la decoración, muy notable en su telón de boca, se debió al pintor
cacereño, desaparecido ya, Sánchez Varona. Tras la Guerra Civil, cuando su
explotación la llevaba el empresario cacereño recientemente fallecido, don Juan
Pérez, hubo que restaurarlo y decorarlo de nuevo, como ahora está, corriendo
ello a cargo del también fallecido decorador Anselmo Gilardi.
La explotación como cine, en los años anteriores a la guerra, la llevó
una sociedad madrileña cuyas siglas, S.A.G.E., es la razón por la que mucha
gente de entonces le sigue llamando “el
Sage”, en vez de Gran Teatro que es su verdadero nombre. De aquel entonces
les voy a contar algo que los más jóvenes se resisten a creer, cual era el que
cuando se daban películas musicales, si el público aplaudía mucho alguno de los
“números” se paraba un momento la
proyección, se rebobinaba el filme, y volvía a pasarse lo aplaudido. Por este
sistema, las películas de tangos de Gardel fueron de las más aplaudidas y
repetidas hasta tres y cuatro veces en sus “números”
a petición del público. Dado el abuso, la empresa hubo de poner carteles
diciendo que, por haber instalado máquinas automáticas, no podía repetir los
números aunque se aplaudieran, lo que causó una verdadera indignación en el
Cáceres de aquel entonces.
Diario HOY, 30 de junio de 1982
NOTA.- Aunque
Fernando no lo dice, “SAGE” era el
acrónimo de la sociedad a la que se refiere cuyo nombre completo era: “Sociedad Anónima General de Espectáculos” y de la que incluimos una foto de una de sus acciones.
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