Los nombres son feos o bonitos, según los interpreten los propios que
los llevan. Muchas veces en cuanto a los nombres de personas se refieren,
y a la imposición de los mismos, vienen
dadas por la apetencia, o las vivencias que los padres o padrinos, tienen de algún
hecho o persona en el momento de imponérselo al bautizado que lo llevará
después como una cruz o como un orgullo si los que se lo impusieron acertaron o
no con sus gustos.
Como chiste se cuenta aquello de un gitano, admirador del anterior
jefe del estado, que quería ponerle a uno de sus “churumbeles” Franco, pero al que el cura le convenció de que al ser
apellido y no existir en el santoral era imposible imponerle ese nombre, por lo
que el gitano, con la imaginación que caracteriza a los “calés”, acabó
imponiéndole el nombre de Claudio, porque decía: “Así le llamaremos Claudillo, que se aproxima bastante”.
Esto, que no pasa de ser un chiste contadísimo, es un síntoma de lo
que suele suceder en muchas familias que imponen el nombre de un antepasado al
hijo, aunque sea feo ese nombre, o bien eligen alguno de una obra de teatro,
novela o revista del corazón que esté en candelero. Yo sé de algunas madres que
han intentado ponerles “Suelen” a sus
hijas, por el serial de J.R., y hasta conozco a algún Sigfrido, al que le
impusieron tal nombre porque a sus padres les gustó mucho la obra de “Genoveva de Bravante”, que habían leído
en plan familiar… aunque maldita la gracia que la hace ahora al así nombrado.
Esto aparte de los padres que aprovechando el retrueque del apellido,
y como gracia, crisman a sus hijos con nombres como Malvino Aguado y Caro, del que he conocido a alguno al que
maldita la gracia que le hacía la graciosa decisión de sus padres.
Dicho esto, entremos a analizar nombres de algunas localidades, que no
teniendo un origen peyorativo, se cambiaron porque los vecinos de ella así lo
creían. Como ejemplo próximo tenemos la de Arroyo de la Luz, que hasta nuestra
guerra civil se llamó Arroyo del Puerco, cosa que aunque les sonaba mal a sus
vecinos, le venía de que en un puente del arroyo Pontones tenían un verraco
ibérico, de piedra, que ahora está en el Museo Provincial y que era el que le daba
nombre. A los vecinos no les gustaba lo de puerco y pidieron y consiguieron que
se les aprobara el nombre de “De la Luz”,
por la virgen Patrona de la villa, que les suena mejor aunque históricamente
era menos importante.
Como ven “sobre gustos y nombres
no hay nada escrito”.
Diario HOY, 18 de agosto de 1982
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