Y con un verano casi en puertas, al menos con temperaturas altas,
estamos en la antesala o zaguán de otro año de sequía en el que no “llueve sobre mojado”, sino todo lo
contrario, vamos a acumular sequía sobre sequía, con los peligros que todo ello
entraña, las “alertas rojas”, etc., etc.
Lo que yo me he preguntado muchas veces es, si no tendremos nosotros
culpa de lo que nos viene pasando, porque parece ser que muchos no se dan
cuenta de que reformar las condiciones naturales trae a la larga estas
consecuencias que ahora comenzamos a padecer.
“ADENEX” ha publicado un folletito en el que pide la conservación del
encinar que de unos siglos a esta parte, y más en los últimos años, ha venido
desapareciendo sistemáticamente. Pues bien, esas desapariciones de la arboleda
en terrenos de poca profundidad que no retienen el agua, son sin duda la
consecuencia de la desertización del suelo y por tanto de la sequía. De antiguo
Extremadura era un verdadero bosque de encinas, pero los intereses mal
orientados de los propietarios de estos bosques que comenzaron poco a poco a
destruirlos han traído las consecuencias de esa sequedad que ahora es
consecuencia de todo lo mal hecho hasta el momento
No tendremos que explicar que sin árboles el terreno queda privado de
la humedad y de las sales que las raíces bombean desde capas profundas, de la
defensa de troncos y ramajes que son una verdadera “sombrilla” para evitar la acción desecadora del sol y el viento
sobre el terreno. Si esto falta habremos convertido el suelo en un desierto.
Para roturar las tierras de regadío se arrancaron sin miramientos
enormes masas de árboles, otras quedaron sumergidas bajo los pantanos y otras
más, por una falta de legislación que las defendiera —o por no hacerla cumplir
si la había— se convirtieron en leña o carbón quedando el terreno en grandes
extensiones como un verdadero “sahara”,
en el que comienzan a faltarnos hasta los oasis.
Yo no sé si la defensa contra eta situación radica en el seguir
buscando las aguas subterráneas, porque ello puede ser “pan para hoy y hambre para mañana”, porque si al lado de esa lucha
inmediata no se emprende una acción de defensa del poco arbolado que queda y
reposición del que falta, de aquí a pocos años los extremeños vestiremos
turbantes y viajaremos en camello.
Diario HOY, 23 de mayo de 1982
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