Se ha dicho ya muchas veces que Luis Alviz tiene mucha mano para ,
nada más que organiza una corrida, llueva. Yo no quiero quitar mérito a mi buen
amigo el empresario Luis Alviz, pero me parece a mí que este mérito tiene que
compartirlo con los organizadores de las ferias de Cáceres que, de tradición,
son provocadores de las lluvias y no solo de ahora, sino de siempre, hasta el
punto de que ya en tiempos del alcalde Elviro Messeguer hasta se estudió el
cambiarlas de fechas, porque todas resultaban mojadas.
Es más, la preocupación por la sequía y por acabar con ella, ha
suscitado aún por parte de la junta de Extremadura, sin reparar en gastos, el
llegar al arriendo de unos aviones que bombardearán con productos químicos
—creo que con sales de plata— las nubes para hacerlas llover. Este sistema,
aunque sin aviones, se intentó ya en la sequía que padecimos en la postguerra,
con una red de aparatos que, desde el suelo, hacía el mismo intento. Al parecer
esto de los aviones es más eficaz, aunque sea más caro.
Pero me parece a mi que la Junta podría ahorrarse muchas pesetas
encargando al Ayuntamiento que organizara ferias, porque nada más se inauguran
las lluvias llegan, y si no, ahí tienen ustedes el caso de ayer.
Pero no es además este sólo, sino que a lo largo de muchos años ha
venido sucediendo el mismo fenómeno hasta el punto de que las gentes, en lo que
yo recuerdo, solían decir: “Con ferias
organizadas por Abril (refiriéndose a cuando era concejal Pablos Abril), lluvias mil”, “Con Terio, lluvias en serio”… y hasta podría agregarse: “Con Domínguez Lucero, cambia el tempero”,
por lo que no hay que restar méritos a quien los tiene, y sin duda la mano para
la lluvia, en lo que a lo de ayer se refiere hay que atribuírsela al alcalde y
al concejal de ellas, señor Blanco, que nada más que intentaron inaugurar la de
artesanía, tan bien montada, descargó un temporal que a poco nos ahogamos los
que nos habíamos acercado a la inauguración. Pero lo que son las cosas, estamos
todos tan mentalizados que las lluvias son necesarias, que aguantamos a pie
firme, con las autoridades, a que llegara una clara… y la clara no llegó hasta
el punto de que el gobernador civil, señor Rodrigo de Santiago, tras de mucho
esperar, se despidió de todos y logró llegar nadando al coche. “¡Qué lástima de tiempo!”, dijo alguien,
y el alcalde, sacando la cabeza de unos de los charcos que le cubría, musitaba,
como quitando importancia: “Esto que
llueve es oro molido” y siguió nadando para reunirse con Pepe Blanco, a ver
si lograban inaugurarla. Solo faltó la “Cruz
Roja del Mar”, pero estamos contentos aunque mojados.
Diario HOY, 26 de septiembre de 1982
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