En el último número dela revista cultural “Alminar”, que se publica unida a nuestro periódico, hay un
interesante artículo de José Sanabria Vega, titulado: “Antiguos sellos de los concejos de Cáceres y Mérida”, referido a un
documento de 1409, en el que aparece como escudo de Cáceres (o sello) un
castillo y como representación del Concejo de Mérida, un león. No voy a entrar
en el contenido del artículo, interesante sin duda, pero que suscita la interrogante
de si el antiguo escudo de Cáceres fue simplemente el castillo, sin el león, y
no unidos como ahora le vemos.
A cuenta de ello y aclarándolo para nuestros convecinos, diremos que
desde la toma de Cáceres por Alfonso IX de León, en el siglo XIII, el Concejo
de Cáceres estuvo dividido en dos facciones: los partidarios de León, que
utilizaban el sello de aquel reino y los partidarios de Castilla que utilizaban
el de éste. Para entendernos, que según mandaban unos u otros, el concejo usaba
los “sellos” de su facción, lo que
quiere decir que en el Concejo, o ayuntamiento, había dos sellos: uno con el
león y otro con el castillo. Así, cuando se fecha y firma el documento al que
hace alusión el artículo de referencia la facción mandante en nuestro concejo
era la de Castilla.
¿Cuándo se solucionó esta división? Pues bien, solucionó en 1477 con
la venida a Cáceres de la reina Isabel la Católica, que reestructuró —con gran
visión de futuro— nuestro Ayuntamiento, tomando de uno y otro grupo seis personas,
a las que impuso la tarea de gobernar juntos y sin diferencias y solicitando
los “sellos” que unos y otros usaban,
formó un único sello es el que figuraban ambos; el castillo y el león, que es
el origen de nuestro actual escudo.
Para que ustedes lo entiendan y actualizando el asunto, diremos que en
todos los tiempos se “han cocido habas” y en aquel entonces sucedía, más o
menos, lo que sucede —por ejemplo— con la UCD actual: parte de Sánchez de León
y parte de Rovira Tarazona (dicho sea a título de ejemplo), y por referirnos a
lo local… Lo que pasa es que nos haría falta una Reina Católica que, con
suficiente autoridad, uniera facciones, partiera diferencias y les dijera —como
se les dijo entonces a los concejales divididos—: “Hijos míos, de aquí en adelante, pelitos a la mar, y a trabajar juntos,
que es lo que importa.”
¿Pero quién encuentra una Reina
Católica en esta ocasión presente?
Diario HOY, 4 de julio de 1982
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