Vuelvo a abrir la “ventana”,
tras una cortas vacaciones de una semana, porque las vacaciones siempre suelen
resultarle cortas a quien las disfruta.
En tan escasos días, por estar precisamente en uno de los meses
destinados principalmente a la vacación, uno vuelve con cierto despiste y notando
las lógicas ausencias que la propia vacación impone, aunque hay que decir que
muchas cosas siguen como estaban, y aún peor, porque no hay cosas que arregle
la ausencia, aparte de que alguno piense como dicen que piensa el avestruz,
enterrando la cabeza en la arena y esperando que los peligros de su alrededor
pasen. Esta es práctica muy habitual entre nuestros políticos, pero no es éste
momento de acusar a nadie.
Hay otras cosas que siendo de menor cuantía están también por
solucionar, como puede ser la falta de aparcamiento en la ciudad, aun siendo
verano. Otros veranos, el cúmulo de veraneantes se llevaban sus coches, y
dejaban a los que quedaban espacio de sobre para aparcar los suyos; pues bien,
ahora, por la razón que sea, los aparcamientos siguen ocupados y sospecho que
bien porque el tiempo se ha presentado fresquito o porque no hay un duro, más
por lo segundo que por lo primero, los coches siguen estando donde estaban sin
que se noten mucho estas ausencias.
Otras ausencias sí se notan, y éstas sí son ausencias dolorosas que le
toman a uno por sorpresa y desgraciadamente son ya insustituibles. Entres estas
últimas, está la muerte prematura y rápida de un entrañable amigo, un cacereño
que con su afición trascendió el mundillo local y fue en el deporte nacional
una verdadera figura: Pepe Alviz Cerro. La escueta reseña de su esquela dice
simplemente: “industrial”, y lo que
era, pero dice poco, porque Pepe Alviz era un cacereño que en el deporte de la
caza y la escopeta fue un verdadero fuera de serie. Seleccionado varias veces
para participar en el equipo olímpico español de tiro, era un deportista
excepcional y único en esa especialidad. De esas habilidades que supo conjugar
con su trabajo industrial y artesano, sabemos bien los que por afinidad seguimos
esas aficiones y al filo de esta dolorosa ausencia suya salen a relucir muchas
anécdotas de su fama, aparte del dolor de esta familia que hoy llora su
ausencia. Pepe Alviz era, además, un hombre de carácter alegre y desenfadado,
amigo de todos, que supo encajar su fama sin darle importancia, como sin duda
ha sabido encajar su muerte que llora su
familia y los que tuvimos la dicha de tratarle y conocerle. Vaya una oración
para el recuerdo y el eterno descanso de este deportista cacereño.
Diario HOY, 10 de agosto de 1982
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