jueves, 24 de agosto de 2017

La dolorosa ausencia de un deportista


Vuelvo a abrir la “ventana”, tras una cortas vacaciones de una semana, porque las vacaciones siempre suelen resultarle cortas a quien las disfruta.
En tan escasos días, por estar precisamente en uno de los meses destinados principalmente a la vacación, uno vuelve con cierto despiste y notando las lógicas ausencias que la propia vacación impone, aunque hay que decir que muchas cosas siguen como estaban, y aún peor, porque no hay cosas que arregle la ausencia, aparte de que alguno piense como dicen que piensa el avestruz, enterrando la cabeza en la arena y esperando que los peligros de su alrededor pasen. Esta es práctica muy habitual entre nuestros políticos, pero no es éste momento de acusar a nadie.
Hay otras cosas que siendo de menor cuantía están también por solucionar, como puede ser la falta de aparcamiento en la ciudad, aun siendo verano. Otros veranos, el cúmulo de veraneantes se llevaban sus coches, y dejaban a los que quedaban espacio de sobre para aparcar los suyos; pues bien, ahora, por la razón que sea, los aparcamientos siguen ocupados y sospecho que bien porque el tiempo se ha presentado fresquito o porque no hay un duro, más por lo segundo que por lo primero, los coches siguen estando donde estaban sin que se noten mucho estas ausencias.
Otras ausencias sí se notan, y éstas sí son ausencias dolorosas que le toman a uno por sorpresa y desgraciadamente son ya insustituibles. Entres estas últimas, está la muerte prematura y rápida de un entrañable amigo, un cacereño que con su afición trascendió el mundillo local y fue en el deporte nacional una verdadera figura: Pepe Alviz Cerro. La escueta reseña de su esquela dice simplemente: “industrial”, y lo que era, pero dice poco, porque Pepe Alviz era un cacereño que en el deporte de la caza y la escopeta fue un verdadero fuera de serie. Seleccionado varias veces para participar en el equipo olímpico español de tiro, era un deportista excepcional y único en esa especialidad. De esas habilidades que supo conjugar con su trabajo industrial y artesano, sabemos bien los que por afinidad seguimos esas aficiones y al filo de esta dolorosa ausencia suya salen a relucir muchas anécdotas de su fama, aparte del dolor de esta familia que hoy llora su ausencia. Pepe Alviz era, además, un hombre de carácter alegre y desenfadado, amigo de todos, que supo encajar su fama sin darle importancia, como sin duda ha sabido encajar su muerte que llora  su familia y los que tuvimos la dicha de tratarle y conocerle. Vaya una oración para el recuerdo y el eterno descanso de este deportista cacereño.
Diario HOY, 10 de agosto de 1982

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