(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Hay cacereños que han pasado a la historia local simplemente con el
nombre de pila, quizás por aquello de que su destacada personalidad hacía
olvidarse de sus propios apellidos. Fueron hombres beneméritos a los que la
sociedad cacereña ha destacado y ha sabido reconocer esos méritos, bien con
actos públicos o simplemente pasando a esa lista que in mente tenemos los
cacereños que alcanzamos a conocer su
vida y sus obras.
Dos ejemplos paralelos de lo que venimos diciendo fueron el de don
Eleuterio Sánchez Manzano, que para todos los cacereños que le conocieron seguirá
siendo “Terio”, diminutivo de su
nombre que aún siguen usando sus hijos, y el de don Javier García Téllez, que
para todos seguirá siendo Javier, sin más apellidos, hasta el punto de que sus
hijos aquí son conocidos por el nombre del padre: Valentín Javier, Nico Javier,
Perico Javier y Ñeque (Antonio) Javier.
Creemos que no es necesario el recordar con todo detalle los méritos
de estos cacereños, ya fallecidos, a los que Cáceres ha rendido recuerdos, bien
nominando calles o recordando sus obras. “Terio”
fue un destacado concejal que luchó por el Cáceres de su época y, en cierto
modo, el Cáceres actual es también consecuencia de aquel impulso que él supo
dar a su gestión en favor de todos.
En el segundo caso, en el de Javier o don Javier García Téllez, como
ustedes prefieran, el homenaje ha llegado ahora y ha venido a reconocer unos
méritos que, al margen de su vida profesional, todos tenemos que reconocer,
cual fue la fundación de lo que hoy se llama Instituto Politécnico de Formación
Profesional y que entonces se llamaba Escuela Elemental de Artes y Oficios,
cuya fundación e impulso se debe a sus propios méritos y a los de otros
cacereños que, como él, supieron allanar el futuro para que las nuevas
generaciones cacereñas tuvieran mejores ocasiones de formarse.
Ayer se materializó el homenaje a don Javier, descubriendo un busto
suyo y dándole este nombre al Instituto que él fundara, lo que sin duda es
justo, pero creo yo que el verdadero homenaje a don Javier venía ya dado en el
continuo salir de profesionales de esa Escuela, de ese Instituto, cuyo primer
impulso lo dio él por tener fe en el futuro de las generaciones cacereñas que
desde entonces pasan por sus aulas.
Diario HOY, 9 de octubre de 1982
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