martes, 22 de agosto de 2017

Desde la grada


Destacaba un editorial de nuestro periódico —que yo comparto— que el verdadero protagonista de los Mundiales que acaban de terminar había sido ese público español que con un fervor “entusiasta, mezcla de deportividad y patriotismo, asombró a propios y extraños animando a la desmedrada selección que defendía nuestros colores, cuando su actuación no daba más que para silbidos y repulsas”. “Este fervor, agregaba, no ha sido desgraciadamente aprovechado por nadie, por lo que esa capacidad de entusiasmo que nuestro pueblo conserva intacta, se perdió en el vacío.”
A mi me ha hecho meditar mucho eso que el editorial señalaba y tengo que decir que, viendo esa “hinchada” española inasequible al desaliento (por emplear una frase que muchos han proscrito pero que es la más justa en este caso) pensé aquello del poema del Cid, que parece ser una constante española, de: “¡Qué buen vasallo si hubiera buen señor!”, señalando claro es, como “señor” la desmedrada selección española y como “vasallo” la entusiastica e incansable “torcida” española, y medité: “¿No nos estará pasando en política algo de esto?”, porque si ustedes lo piensan, los únicos verdaderamente incansables con la democracia, con el nuevo sistema que nos hemos dado, somos los españoles de a pie, que estamos en la grada animando con nuestras voces, nuestro flamear de banderas y nuestros votos a la “selección española” de nuestros políticos —y aquí incluyo a los de cualquier partido y color— que son los que están en la cancha pero que maldito el caso que nos hacen y el esfuerzo que realizan sino es para pedirnos más paciencia y entusiasmo, aunque ellos no sean capaces en ningún momento de corresponder a nuestros esfuerzos con un solo “gol” que pueda enjugar o pagar de algún modo ese entusiasmo.
Y conste que no generalizo a niveles nacionales —como podría hacerlo— sino al que tenemos a mano: el local, provincial y regional, para decir que aunque vistan distintas camisetas no vale ninguno el entusiasmo que estamos derrochando desde la grada…
¿Sacar los suplentes? Pero, ¿qué selección podríamos hacer con ellos, si no saben ni estar en el banquillo? En fin, que a uno le entran ganas de decir: “No vuelvo a ver ningún partido”.
Diario HOY, 16 de julio de 1982

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