sábado, 19 de agosto de 2017

El juego del “Aliguí”


¿Qué se puede esperar de regímenes caducos que comparten el trasnochado imperialismo inglés del siglo XIX en el caso de las Malvinas?”, apostilló sentenciosamente mi buen amigo Belvedere que es el tío que más sabe de todo y que suele llevar la voz cantante en la tertulia…
Bueno —insinuó tímidamente Juan—, ¿pero qué tiene que ver eso con nuestra negativa a la entrada en el Mercado Común, o la de los ingleses de negociar sobre Gibraltar y a nuestra entrada en la OTAN, que es de lo que estamos hablando?”
Pues mira, alma de cántaro —continuó Belvedere—, el juego de la política es como el viejo juego del “aliguí” con el que están jugando con nosotros estas naciones desde “luengos años”…
Nos explicó cómo era el “juego del aliguí”, por si alguno no lo sabía, y que consiste en atar un higo de una vara y pasárselo por las narices al jugador mientras se le dice: “¡Al aliguí, con la mano no, con la boca sí!”, para indicar que el higo pude tratar de cogerlo con la boca, pero no con las manos, engañándole cuando se quiere, puesto que se hace saltar la vara para que no pueda cogerlo; agregando después la explicación: “Este es el juego que se está jugando con nosotros, desde hace siglos, y si no, recapitula; Cuando se muriera Franco y fuéramos una democracia, entraríamos en el Mercado Común, se nos daría Gibraltar… y la Biblia en pastas que quisiéramos; sucedió todo eso y nos quedamos sin el higo. Se nos volvió a decir; “el higo os lo daremos si entráis en la OTAN”, y el higo sigue brincando delante de las narices, más lejos de nuestra boca nacional que lo que estaba hace un siglo, aunque en la OTAN estamos y hasta nos llaman aliados”.
“¿Entonces?”, preguntó Juan.
Entonces, como ahora —continuó Belvedere—, las castañas las tienen que sacar del fuego los propios nacionales, sin esperar que nadie les ayude a ello porque en esto de las naciones, ingenuo amigo mío, sigue pasando como dicen que pasaba con las antiguas parejas de la Guardia Civil —que por eso funcionaban a las mil maravillas—, y era que había que ir con “paso corto, mala uva y sin fiarse del compañero que se lleva de pareja”. Traduce, y habrás aprendido una lección que para sí quisieran muchos filósofos clásicos, y además de forma gratuita, porque no te voy a cobrar un duro por ella.”
¿Tendrá razón este Belvedere?
Diario HOY, 29 de junio de 1982

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