Antes de cerrar la “ventana”
por unos días, quiero “echar mi cuarto a
espadas” sobre lo que la calle comenta en la rabiosa actualidad —como
suelen decir los cursis— de esta convocatoria de elecciones anticipadas que ha
cogido de nuevas a mucha gente, y entre ellos al hombre de la calle, al
ciudadano de a pie, que no acaba de ver muy claro el panorama actual que se
presenta…
— “Yo, con el follón que hay de
partidos —me ha dicho más de uno— no
voto”, y vuelve a surgir el fantasma que ha ido persiguiendo pasadas
elecciones, como es el del abstencionismo. No sirve el que a algunos de estos
amigos les digas que la democracia es esto, y que el abstenerse es adjurar de
los propios derechos del ciudadano que debe manifestarse en un sentido o en
otro, dentro de la gama política o de los programas que los partidos presentan.
A cuenta de lo dicho, recuerdo una conversación en la que uno de estos
futuros abstencionistas me decía:
“Mira, esto es como si yo entro
en una frutería a comprar manzanas, y me dicen que las únicas frutas que tienen
son higos y castañas, que me conforme con elegir una de ellas porque manzanas
no saben cuándo van a tenerlas… Lo lógico —decía mi interlocutor— es que yo diga: “Buenos días” y me vaya como
he entrado, porque a mi, “por narices” o por falta de imaginación del frutero
no me hacen tragar higos y castañas, si lo que yo quiero son manzanas…”
Es, si ustedes quieren, un razonamiento infantil, simple y sencillo
pero que muestra un divorcio de los políticos con la calle, con el electorado y
esto puede ser grave. Yo no quiero referirme en este simple comentario a ningún
partido en concreto, pero lo que sí digo es que los partidos tienen que contar
con la base y con el pueblo, y muchos de los que la forman están realmente
desilusionados con el panorama político actual que, excepto en algún contado
caso, ofrecen una simple fragmentación sin ideas ni programas concretos que
ofrecer a los que —como en el caso contado— van a elegir una determinada “fruta”.
Creo yo que es hora de ofrecer una amplia gama de ideas y soluciones,
que como la fruta del escaparate, vuelvan a ilusionar al hombre de la calle,
porque ahora no va a ser por las listas en las que se elegirá a don fulano o
don mengano por lo guapo que nos parezcan, sino por lo que puedan ofrecer como
solución para los problemas que agobian al hombre de a pie —que es a quien se
le va a pedir el voto— y a la propia nación... En fin, si ustedes me entienden,
hay que ilusionar a la calle, que está desilusionada.
Diario HOY, 1 de septiembre de 1982
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