jueves, 31 de agosto de 2017

Nuestro alcalde y su oratoria


Foto: Juan Guerrero
Nuestro alcalde, Manuel Domínguez Lucero, por si ustedes no lo saben, es un “piquito de oro” y ello ha sabido demostrarlo en el mejor y más alto foro que pudiera imaginarse, cual ha sido la propia Universidad de Salamanca, donde ha asombrado con su fluido verbo a los más altos doctores de la misma.
Nuestro don Manuel, en la entrega que en nombre de Cáceres hizo de la medalla de oro de nuestra ciudad a la Universidad salmantina, pronunció un bello discurso en el que —caso insólito en estos tiempos— no tuvo “partitura”, o sea que lo improvisó sin ajustarse a notas escritas anteriormente, sino diciendo lo que le salía del corazón y se le venía a la boca. Yo me explico que así fuera porque a él, alumno de aquella Universidad, se le debió de agolpar toda la emoción de, tras de haber salido como alumno, volver como alcalde de una ciudad a hacer el homenaje de entrega de la más alta distinción de dicha ciudad a la que había sido “alma mater” durante siglos de toda la alta Extremadura, sabiendo que muchos cacereños tienen ese mismo amor y reconocimiento a la Universidad de Salamanca.
Pero como quiera que estas cosas, aunque se sientan, hay que saberlas expresar con una oratoria fluida y clara, como la suya, tenemos que reconocerlo aquí y decir que asombró a propios y extraños con ese manejo del idioma hablado, sin “ortopedia” de folios y cuartillas que están tan de uso.
Alguien puede decir que, como abogado, tiene razones profesionales para manejar la oratoria, pero no es suficiente, porque este arte está abandonado aún por parte de la abogacía, por lo que nosotros, que nos hemos quejado de lo mal que se expresan nuestros políticos y parlamentarios, tenemos que señalar estas honrosas excepciones entre las que se encuentra nuestro alcalde, y llegar a más —ahora que está a punto de dejar el cargo— como es decir que creemos pasará a la historia como un buen alcalde de Cáceres… aunque algún mal pensado pueda pensar que esto es “coba”, pero la verdad no tiene más que un camino.
Diario HOY, 13 de octubre de 1982

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