Muchas veces es curioso el conocer el origen de las banderas o
símbolos que, convirtiéndose después en algo sagrado y venerable —como debe
ser—, se iniciaron como tales por una acomodación útil o práctica, aunque luego
el tiempo y la historia le hayan dado esa venerabilidad que todos debemos
respetar.
Se cuenta que, en principio, nuestra bandera nacional surgió por las
guerras en el mar con Francia, ya que una flota y otra utilizaban las banderas
reales de la familia Borbón, muy similares y parecidas a la actual del requeté,
produciéndose las lógicas confusiones, por lo que la flota española comenzó a
utilizar la roja y gualda, para diferenciarse, que más tarde se convirtió en la
bandera nacional. Vemos con ello cómo ese símbolo venerable tuvo en principio
un fin práctico.
Igual podríamos decir de la bandera de Extremadura, verde, blanca y
negra, que realmente “fundaron”
nuestros emigrantes para tener un símbolo de la región, agarrándose a lo más
sencillo que tenían a mano: los colores de los dos equipos de fútbol más
representativos de ella: el Cacereño y el Badajoz, uniendo los colores de ambos
y saliendo esa bandera que, desde luego, se basa en lo más popular que había a
mano, aunque por un origen más remoto, los propios equipos de fútbol se habían
basado en aspectos históricos para elegir esos colores, con lo que queremos
decir que el origen futbolístico inmediato no debe quitar venerabilidad al
símbolo.
En este orden de cosas quiero contar una experiencia vivida cuando
niño, de la que creo no ha hablado nadie —o al menos yo no he oído hablar— cual
es la llamada “Cruz de San Andrés”,
que llevan como símbolo en sus timones nuestra aviación de guerra y que surgió
en nuestra contienda civil para diferenciarse los símbolos de la aviación “nacional” y la “republicana”. Los primeros aviones “nacionales” se compraban a Alemania y venían con la cruz gamada en
sus timones, pues bien, la forma más rápida de convertirlos en “nacionales”, era prolongar la cruz con
unos trazos negros, suprimiendo con blanco los trazos en ángulo de las puntas
de esta cruz, con lo que quedaba esa equis a la que comenzó a llamarse “Cruz de San Andrés”. En el viejo campo
de aviación de Cáceres vi efectuar esta práctica, siendo niño y como curiosidad
la cuento, sin tratar de ningún modo en quitar mérito al símbolo, hoy día
venerable, pero que, como los anteriores, se basó en algo práctico que había
que hacer con toda rapidez e improvisando.
Diario HOY,30 de mayo de 1982
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