Hemos de reconocer que hoy día, por las razones que sean, le hemos
perdido el respeto a lar armas. Digo esto al filo de la salida de la “media veda” de caza cuando posiblemente,
se van a echar al campo alrededor de 20.000 escopetas, cuyos dueños —dicho sea
con todos los respetos— en muchos casos no saben lo que llevan en las manos y
que dicho instrumento, tomado como juguete, puede en el peor de los casos
producir la muerte.
Cuando yo, siendo niño, me inicié en estas aficiones de la caza,
recuerdo las broncas, no ya de mi padre, sino de cualquier cazador
experimentado de la partida cuando me veía llevar aquello como si fuera una
caña y, sin quererlo, ponía en el ángulo de fuego a cualquier persona: “Las escopetas, aun descargadas, son
peligrosas —me decían—. Que el diablo
las carga”;… En fin, que todas las precauciones son pocas, y desde entonces
me enseñaron el que las escopetas no son un juguete, y aun descargadas, deben
apuntar a donde —caso de poder salir el tiro— no hagan daño a nadie. Es, si se
quiere, una rutina de viejo cazador, pero si no se observan machaconamente
estas rutinas se pierde el respeto al arma, y lo que es peor, a la vida de los
demás. Por todo ello, ahora que esas 20.000 escopetas van a estar, en muchos
casos en manos poco experimentadas, vuelvo a repetir esas recomendaciones que a
mi me hicieron porque, aun a pesar de ellas, los accidentes de caza se siguen
dando y aun en muchos casos entre los propio cazadores experimentaos por el
prurito de abatir una tórtola, sin fijarse si en el ángulo de tiro hay algún
otro compañero.
Pero hay otra cosa peor y más preocupante, y es la proliferación de
las escopetas de aire comprimido que se compran a los niños como juguetes y a
las que los propios padres no le dan importancia y no fiscalizan el uso que sus
hijos hacen de ellas, exponiéndose a tener u disgusto serio. Ayer mismo dábamos
la denuncia que en comisaría de Policía
había hecho una señora que, estando en la parada del autobús de la calle
Antonio Hurtado, había recibido en una mano el impacto de una de estas
escopetas posiblemente manejada desde el balcón o una terraza de su casa por un
“francotirador” infantil, que sin
madurez para manejar este arma, se entretiene e tirarle a los viandantes. No es
el único caso, y recordamos que hace años, un niño que iba por la calle se quedó
tuerto a cuenta de uno de estos impactos. Podríamos citar más calles en las que
suele suceder el mismo caso: se comienza tirando a un cartel próximo y se acaba
tirando al que pasa,
No sé cómo el asunto puede atajarse, pero los primeros que deben tomar
cartas en este asunto son los propios padres, para no tener que llorar después
alguna desgracia.
Diario HOY, 29 de agosto de 1982
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