Anterior a la proliferación de piscinas en Cáceres, donde las hay de
tipo público y aun privado en la actualidad, para dar y tomar, ya que la
mayoría de los chalet más o menos próximos cuentan con las suyas, instaladas
con las garantías de depuración que se exigen en el momento, yo he conocido el
Cáceres ayuno de piscinas públicas y privadas, donde la juventud de aquel
entonces, cuando apretaban los calores, buscaban cualquier charco para
remojarse en plena canícula.
Ni que decir tiene que en ellos no había las garantías sanitarias que
hoy se exigen, ni el permiso paterno y familiar que hoy se concede. Sucedía que
los chavales de entonces, sin que sus familiares lo supieran, se iban a remojar
—y a veces a ahogarse— donde buenamente podían y luego tenían que disimular,
hasta embarrarse con tierra o arena para que en casa no se notara que habían
estado en tan peligrosas prácticas, porque aquí —todo hay que decirlo— había
bastante miedo al agua y la mayoría de los cacereños de la capital no sabían
nadar, o nadaban mal, en aquel entonces.
Entre los puntos próximos más utilizados entonces, figuraban las
charcas o abrevaderos de ganado: la del Rodeo, la Musia, la Charca de la Bala,
la del depósito de aguas del Vivero, que se llenaba con un molino de viento
muchas de ellas desaparecidas ya.
Entre las que pudiéramos llamar de agua corriente, figuraba “El Marco” y el “Charco del tío Pepe”, en las inmediaciones de Fuente Fría, o los
zonches que tenían las huertas para otros usos, que también se utilizaban para
esto, entre los que figuró como más famoso el “Zonche Villegas”, frente a la gasolinera “Temis”. También estaban los depósitos de agua de las minas de Aldea
Moret, entre los que era famoso “El
cuatro”.
Más lejos estaban los Barruecos, en Malpartida, o los charcos que
quedaban en el Guadiloba, pero eran más para la excursión dominguera, como lo
eran los del Salor, por “El Galindo”.
En fin, que el darse un remojón entonces tenía sus visos de aventura y
hasta el regusto de hacer algo prohibido. Muchos de mis lectores recordarán
aquello y podrán apreciar lo que va a de ayer a hoy, transformación ocurrida en
menos años de lo que podría pensarse. Hoy es raro el cacereño que no tiene el
bono de piscina o hasta piscina propia y desde luego, ahora lo raro es no saber
nadar, aunque siga ahogándose la gente.
Diario HOY, 13 de julio de 1982
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.