“No me lo pierdo”, me decía
el viernes mi buen amigo Antonio —que es un tremendista— refiriéndose al
programa de “La clave” de televisión,
en el que se enfrentarían los líderes de los principales partidos políticos. “¡Madre, el “tomate” que va a haber esta
noche!” —agregaba—. “…y eso que no va
a estar el Felipe, que tiene mucha casta, pero va a estar el Guerra, que le
oyes hablar y se te abre sola la navaja en el bolsillo, y el Fraga, al que hay
que echarle de comer aparte, y el Carrillo, que aunque te parece que predica,
¡dice cada cosa!” En fin, que mi buen amigo Antonio se imaginaba que
aquello iba a ser un especie de lucha circense de fieras en la que unos y otro
se iban a destrozar, a las órdenes de José Luis Balbín, como un nuevo Ángel
Cristo. Se frotaba las manos y decía; “¡Esta noche se lían, y yo no me lo
pierdo!”, y fue uno de los primeros que se marchó para casa a sentarse
delante del televisor y no perderse palabra.
Ayer le vi, y estaba indignado porque las cosas no habían sucedido
como él imaginaba. “¡No te “joroba”
—decía— cuando uno esperaba que iban
aponerse verdes, resulta que aquello era una reunión de sociedad en la que
todos decían lo mismo, se daban jabón unos a otros, todos hablaban “del
cambio”. Oye, estos tíos —agregaba— a
los que nos lían es a nosotros y ellos se toman sus copas juntos, se pasan la
mano por el lomo y hasta se ríen las gracias. Primero, que el Adolfo ni asistió
y mandó en su representación “al Pelos”, luego el Landelino, con su juego de
manos que parecía un “mimo”, el Arzallus y el Roca, que parecía iban a pegar
fuerte, se arrugaron… aquello parecía la corte de Versalles, que si el cambio,
que si nosotros hemos hecho, que yo no le quito la razón al señor Carrillo, que
coincido con lo que dice el señor Fraga… en fin, que daba asco!”, y mi
amigo mostraba su indignación diciendo que él no había sacado nada en claro, y
que le habría sido más provechoso irse a la feria a tomarse unos churros y no
quedarse a ver aquello…
“Porque oye, es que he quedado más
confundido que estaba, me decía, porque
si cerrabas los ojos no sabías si el que hablaba era de izquierdas, de derechas
o del centro, algún matiz del Guerra parecía que iba a sacar chispas, y luego
se desdecía y todo iba como la seda…”
—Bueno, pero cada uno enfocó el cambio, según su punto de vista, le
dije yo.
—El cambio, me contestó, según yo he visto la cosa nos lo van a dar en
calderilla.
Diario HOY, 3 de octubre de 1982
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