domingo, 27 de agosto de 2017

Las antiguas puertas de nuestra ciudad

(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
De las puertas que tuvo el recinto amurallado de Cáceres sólo faltan dos: la de Mérida, cuyo arco se demolió por los años de 1794, y la del Socorro, llamada también de Coria, que fue demolida a instancias del abogado cacereño don Joaquín Muñoz Chávez —para aprovechar la piedra de ella en beneficio propio— por el año de 1879.
Todas estas puertas, desde la Reconquista, estaban defendidas espiritualmente por una advocación religiosa, de la que la mayoría tomaron nombre, figurando sus imágenes en unas hornacinas que solían estar sobre las puertas. Así podemos verlas aún en las que existen: Arco de la Estrella, con la Virgen de la Estrella; Puerta del Cristo, con una del Crucificado; Arco de Santa Ana, con una imagen de esta santa. Lo curioso del caso es que de las dos puertas que faltan se ha conservado, no obstante, la hornacina que estuvo sobre ellas y la imagen que en ellas figuraba, trasladándolas a un inmueble próximo, tras demoler la puerta; así, en las inmediaciones de la del Socorro, en una casa, y a la altura más o menos que estuvo el arco de la puerta, hay una hornacina con la Virgen del Socorro, que le dio nombre, y en la de Mérida, en un inmueble próximo, a donde estuvo la puerta, figura la del Nazareno, en su hornacina, porque esta advocación fue la que figuró sobre la puerta desaparecida. Esta puerta de Mérida fue la única que no tomó el nombre de la imagen, como sucedió con las demás, porque nadie conoció dicha puerta por “Puerta del Nazareno”, que siguiendo la tradición de las demás fue como debió llamarse.
En cuanto a la desaparición de la Puerta del Socorro, o de Coria, diremos que se demolió en 1879 a instancias del mencionado don Joaquín Muñoz Chávez, que lo solicitó así al Ayuntamiento, corriendo la obra a su cuenta, a cambio del material de derribo de la misma. Informó favorablemente la demolición el entonces arquitecto municipal don Emilio María Rodríguez García, así como los miembros de la Comisión de Ornamento, don Pedro Ormaechea y don Julián Iglesias, el primero contratista de obras que realizó el actual Ayuntamiento y regidor de él por esas fechas, y el segundo comerciante y también regidor del Ayuntamiento. El único vecino que se opuso fue Francisco Cantos, que tenía una casa al lado y ello podría perjudicar a su fachada —que se le arregló—. También protestó la prensa local de aquel entonces, lo que provocó en 1880 la petición de informes de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, indignada por la desaparición del monumento, pero ya no había remedio.
Diario HOY, 26 de agosto de 1982

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