A mi, que he jugado al fútbol en mis buenos tiempos, no me gusta ver
el fútbol desde la grada, pero ello no quita para que, cuando hay
confrontaciones como los Mundiales, en los que la selección española, en cierto
modo, nos representa a todos, me ponga ante el televisor y me convierta en un “forofo” de nuestra selección. Esto es lo
que hice, como tantos otros españoles, el pasado viernes y bien sabe Dios que
quedé totalmente defraudado, también como tantos otros españoles —y cacereños,
que es la parcela que a mí me importa—.
Yo no sé quién ha hecho la selección, pero al lado de los fornidos y
atléticos irlandeses resultaban una partida de canijos de los que me dije, nada
más verlos: “Poco podemos esperar de
estos mozos, a no ser que sean una especie de enanitos habilidosos, como el tal
Maradona, porque en cualquier encontronazo con esos gigantones irlandeses se
nos van a romper en mil fragmentos y luego no va a haber quien los recomponga.”
Esto pensé yo como hombre de calle, que esperaba un “milagro” de la sapiencia de Santamaría… Pero, Santamaría, en su
foso, estaba ajeno a todo y como pensativo…
Luego, en el transcurso del partido, vino a demostrarse mi temor,
aunque como cualquier espectador seguía esperando el “milagrito”. Es más, hasta los locutores de la retransmisión
trataban de justificar la inoperancia del conjunto español diciendo: “Como hace mucho calor, hay que esperar que
en el segundo tiempo, estos irlandeses, no acostumbrados a él, se vengan abajo
y los nuestros se están reservando…” Y Santamaría, en su foso, como si no
se enterara de nada.
Vino el gol de los irlandeses y el público español siguió, no
obstante, animando al equipo, que si llegaba a la puerta contraria no asumía la
responsabilidad de tirar a ella, dando una vergonzosa sensación de impotencia.
Y Santamaría, desde su foso, sacó a Gallego, que tampoco sirvió para nada.
Total, aun con la vergonzosa
derrota, nos clasificamos y nos tocará jugar con Alemania e Inglaterra.. Y
Santamaría, “Madre de Dios, ruega por
nosotros…”
Diario HOY, 27 de junio de 1982
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