Alguna vez me he referido a una tradición cacereña ya perdida: la de
los “febreros”. Ello ha quedado en un
dicho popular en el que al referirse a algún vestido con mal gusto se dice: “Va hecho un febrero.” Pues bien, los
febreros, el febrero y la febrera, porque eran dos y se casaban, eran dos
muñecos que con ropas viejas y atributos sexuales muy ostensibles, realizaban
durante estos días las lavanderas cacereñas, que recorrían las calles pidiendo
para la boda de ambos, terminando ambos muñecos en la hoguera y las
organizadoras en un festejo en el que corría el aguardiente.
No tenía esto que ver nada con el Carnaval, era fiesta aparte, y en la
capital se ha perdido del todo, como se perdió el oficio de lavandera. Pero los estudiosos de aquel entonces,
quisieron ver en ello una derivación de las fiestas de purificación romanas,
llamadas “lupercales”, de las que
también deriva el Carnaval. De todos modos el nombre del mes febrero, deriva de
“februatio”, nombre latino que
significa purificación, y las llamadas fiestas “febuales” se hacían en honor de otra pareja formada por Junio y
Plutón, en la que los estudiosos querían ver el origen del “febrero” y “la febrera” cacereños.
Uno no ha llegado a ser un estudioso de estas tradiciones, aunque
adivina que deben venir de muy antiguo y hasta puede que sean ritos disfrazados
de viejas religiones. Lo que sí voy a decir es que en el pueblo de Casar de
Cáceres, pueblo tradicional por excelencia, existe ahora una tradición similar
en la que los muñecos se llaman “El
Bujaco” “La bujaca”, y en cuya
petición de mano y boda, que se celebró el pasado domingo, participó con el
lógico jolgorio todo el pueblo. ¿Tiene que ver esta tradición con los “febreros”?, no sabría qué decir, pero
creo merece la pena conservarla.
Diario HOY, 19 de febrero de 1985
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