Total, que ayer enterramos la sardina y hoy estamos ya en el tempo
cuaresmal, en este “miércoles de ceniza”
que siempre es el pórtico de la Cuaresma. Lo que yo no acabo de comprender es
como enterramos la sardina como final del Carnaval (que viene de carne), para
entrar en un tiempo donde, el buen observante de la religión, tendrá prohibida
la carne. Lo lógico es que en esas tradicionales luchas entre “Don Carnal” y “Doña Cuaresma”, lo enterrado fuera el propio don Carnal, pero no en
forma de sardina, sino en forma de carne, porque en este tiempo que comienza
son los ayunos y las abstinencias de carne los tradicionales.
En fin, este es un punto a meditar, no muy trascendente, pero es que
los bullicios, los madrugones, las bebidas y los bailes de carnaval tampoco uno
puede dar a la meditación un punto trascendente.
Lo que sí haremos es decir, por lo que a Cáceres capital se refiere,
es que este resucitar del Carnal ha tenido al menos el calor del público aunque
entre las gentes mayores había sus miedos, por la inseguridad ciudadana que habitualmente
nos venimos padeciendo. Alguno se pensaba y lo decía: “Si ahora te asaltan a cara descubierta en cualquier lado, te ponen una
navaja en pleno día y te piden el dinero, ¿tú me dirás qué será si consienten
las caretas?”, a lo que su interlocutor decía: “Pues mira, a lo mejor éstos que te asaltan, con las caretas puestas no
son capaces de asaltar a nadie…” y fíjese por donde éste último parecía
tener razón porque, en líneas generales —quizás por haber más gente en las
calles de madrugada— en Cáceres se han registrado menos asaltos que en días
normales, y más tranquilidad ciudadana. No, si a lo mejor habrá que autorizar
careta todo el año.
Diario HOY, 20 de febrero de 1985
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