Ya que hemos hablado de concejales atípicos, en el ultimo pleno
municipal, tenemos que referirnos también a la lección de filosofía y lingüística
que nos proporcionó en el mismo nuestro alcalde, don Juan Iglesias. Yo admiro
al profesor Iglesias, porque cada día se me parece más al viejo profesor
Tierno, Alcalde de Madrid, y no me extrañaría que cualquier día de éstos nos
diera un bando en el estilo patentado por don Enrique; pienso yo que como
alcalde y socialista posiblemente es el ejemplo para otros alcaldes en las
mismas circunstancias, aunque salvemos las diferencias. Lo que quiero destacar
es que el grupo socialista —del que podría tomar ejemplo la oposición— es una
piña que defiende a cada uno de sus miembros, aunque no haya razones para
hacerlo, ni materia suficiente para la defensa. Fue lo del caso Machuca, al que
la oposición le daba un “leve tirón de
orejas”, por inmiscuirse en las candidaturas del Comité de personal del
Ayuntamiento. Había razón para hacerlo y el mismo interesado confesó que “fue un poco imprudente”, pero su grupo
le defendió con uñas y dientes negando la evidencia y llegando a extremos
ridículos como fue la explicación del alcalde de lo que significa la palabra “reprobación”, como condena al fuego
eterno o bien como suspenso en docencia.
Viendo que esto no causaba mella en la oposición, empleó la filosofía,
rizando el rizo, sobre lo oportuno o no de decir la verdad en cada momento. No
estuvo muy acertado don Juan, pero fue un valiente.
A mí me recordaba el credo de La Legión, que dice: “Cuando un caballero legionario grite “¡a mí
La Legión!” cualquier legionario que lo oyere tiene obligación de acudir en su
defensa, tenga o no razón el legionario, cosa que dilucidarán sus superiores.” Me
imaginaba que Machuca había dado un grito parecido y don Juan Iglesias, a pecho
descubierto, como un verdadero legionario, había acudido en su defensa. Eso es
compañerismo.
Diario HOY, 12 de marzo de 1985
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