A unos años ya del funcionamiento de la Universidad de Extremadura,
hay algo positivo de ella que va quedando en el pueblo. No quiero decir que no
haya otras muchas cosas positivas, directas, en el funcionamiento de una
Universidad, sino que hay otras indirectas quizás un poso de lo que allí se “cuece” que llega al pueblo llano que no
tiene oportunidad de pasar, “oficialmente”,
por sus aulas. Esta para mí es, quizás, la parte más importante del ser de la
propia Universidad, que es rebosar su propio recipiente y dejar caer algo de su
saber o ciencia a su alrededor, al que puede llegar el pueblo no matriculado en
las aulas. A un lado lo oficial y a otro, lo que se da por añadidura, que para
mí es también muy importante. Es más, hasta pienso que las universidades del
futuro han de salir del encasillamiento clásico y tradicional para volcarse más
en esas actividades en las que el pueblo, de a pie, se le da algo de lo que,
por las razones que sea, no pudieron alcanzar en su momento, siguiendo la
burocracia oficial de matrículas, cursos, etc.
En este orden de cosas creo que vienen siendo muy importantes los
diversos ciclos de conferencias montados por departamentos universitarios,
también cara a la calle, pero sobre todos ellos, a mi modo de ver, el de mayor
trascendencia en el sentido de siembra, o divulgación universitaria, es el
servicio de publicaciones de la Universidad de Extremadura, sobre todo en esas
ediciones económicas llamadas “biblioteca
de bolsillo”, de las que están editados ya ocho volúmenes, unos más amenos
que otros, pero todos al alcance del hombre de la calle que puede participar,
así, de los “saberes universitarios”
que imparta la Universidad.
Diario HOY, 23 de enero de 1985
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