Yo, como cacereño, me he echado a temblar tras leer el artículo de
Manuel Iglesias Álvarez, que comienza así: “El
resultado de mis investigaciones puede ser catastrófico para los cacereños, si
se confirma mi hipótesis. Noticia de primera página.” Y toda la catástrofe
—tras leer detenidamente su artículo— se reduce a que su hipótesis afirma que la
colonia romana conocida en lo antiguo como “Norba
Caesarina”, no fue nunca Cáceres.
Como da la casualidad que uno es aficionado a estas cosas —pero sin
exagerar— sobre las que escribo, intentando al menos hacer alguna divulgación
en el hombre de la calle, tengo que referirme a estas autosuficiencias de los investigadores
históricos del pasado de nuestra región que llegan a pensar que el actual extremeño
o cacereño está pendientito de ellas, cuando suele suceder todo lo contrario.
Para hablar claro, al hombre de la calle, le importa un comino si su
ciudad fue, en la época romana, “Norba”
o “Castris” o como quieran llamarlo
este grupo de intelectuales. Al hombre actual, cacereño, le interesa lo que se
“cuece” ahora para que su vida actual
y la de su familia sea mejor y más agradable que lo fue en ese pasado que ni le
enfriará ni le calentará en lo actual. Así de claro. Distinto es que entre los
que se dedican a estas investigaciones, una minoría de intelectuales haya sus “sangrientas” luchas, de las que yo podría
hablar largo y tendido, aunque cada cual de ellos crea ser el que está en
posesión de la verdad.
Y esto es en todas las ciudades, supongo yo que al actual vecino de
Badajoz, al vecino de a pie, le tiene sin cuidado si su ciudad procede de la
romana “Pax Julia”, razón por la que
se los llama “pacenses”, o del reino
moro posterior. A él, como al vecino de Cáceres, de a pie, estas luchas
intelectuales, les suenan a entretenimientos de historiadores que “no tienen cosas mejor que hacer”, porque
esto es lo que, en definitiva, dicen.
Diario HOY, 21 de marzo de 1985
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