Nuestra ciudad, que en esto de las devociones fue un poco voluble, ya
que en el transcurso de los siglos tuvo diversos y variadísimos patronos, no
tuvo entre ellos a San José, el patriarca carpintero, aunque sí es cierto que a
través de su gremio —el de la carpintería— le celebró generosamente a través de
los siglos y, como los carpinteros, no sé por qué, tienen fama de buenos
bebedores, estas celebraciones fueron generosamente regadas con vino y solían
terminar reposando la comida, para decirlo finamente, o durmiendo “la mona”, para decirlo más groseramente
y como suele decirlo el pueblo.
Había una tradición que se ha mantenido hasta nuestros días pero que
tampoco sé de dónde parte. Cáceres ha tenido
de antiguo buenos y numerosos talleres de carpintería por lo que este
gremio tenía su peso específico en la población.
Se centraba en una excursión y comida campestre al lado del Guadiloba
—que era el río más próximo— o bien, al Almonte, Salor o alguna charca o regato
donde se pudiera pescar, ya que la comida se hacía a base de la pesca
conseguida, que en el caso del Guadiloba solían ser pardillas que se pescaban
con “coca”, “gordolobo” o algún otro producto que embarbascaba el agua
produciendo a los peces la consiguiente borrachera como para dejarse atrapar.
El lograr atraparlos, metidos en el agua, ya tenía mucho de diversión, y el
tirar frecuentemente de la bota para
quitarse el frío.
Hoy todo esto se ha perdido, está prohibido pescar así y, más que
faltar tradición, faltan carpinteros, por lo que todo pasó a la historia.
Diario HOY, 19 de marzo de 1985
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