sábado, 9 de diciembre de 2017

Nada nuevo bajo el sol


Hay muchos padres que se molestan porque sus hijos, en determinada edad —que antiguamente se llamaba “del pavo”— se visten de mamarracho y tratan de llamar la atención por todos los medios. No hace tanto fue la moda de las melenas lo que sacaba a los padres clásicos de quicio; ahora son los “punkies” vestidos de nazis y con crestas de colores los que llegan a  España, después de haber paseado hace años el continente entero (porque también las modas nos llegan muy tarde) y son los chavales que se unen a este movimiento, o al menos se visten de ese modo, los que indignan a muchos padres clásicos que se avergüenzan de tener un hijo crestudo, que se tiñe el pelo de colores y pasea por esas calles hecho un mamarracho, a juicio de su progenitor.
Bien, yo pienso que muchos padres se preocupan innecesariamente porque en todos los tiempos se “cocieron habas” —también en sus juventudes correspondientes, aunque lo hayan olvidado— y lo que importa de estos muchachos es más bien su contenido que su continente.
Para mí, mayor preocupación para los padres debe ser que el hijo se les haga adicto a la droga, aunque vista clásico, que el que vista como le apetezca, por ese deseo de llamar la atención que todas las juventudes han tenido cuando pasaron sus respetivas “edades del pavo”; porque, oiga, esto de la juventud —por desgracia, es una enfermedad que se cura con los años.
El hombre, al pasar a la pubertad, tiene el deseo de formar su personalidad tratando de que se ocupen de él, lo que le suele dar la seguridad de la que en ese momento carece, por lo que, unas veces, se monta en una moto que hace mucho ruido, o se deja melena, o se viste de sota de la baraja, o de “punky”, que para el caso es lo mismo. El caso es que le critiquen, digan que es un revolucionario y las chicas se fijen en él. Como ve, todo normal.
Diario HOY, 9 de marzo de 1985

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