La verdad es que las fechas se nos echan encima y aún no sabemos
claramente qué va a pasar con las líneas férreas que Renfe quiere suprimir en
nuestra región. En una información de última hora se nos dice que nuestra Junta
está dispuesta a negociar el coste de las mismas, pero se agrega que “la Junta mantiene sus reservas en relación a
estas negociaciones”, por lo que los extremeños nos quedamos como estamos y
preguntándonos: ¿Es que se va a aceptar el coste de los 600 millones que Renfe
tiene calculado para su mantenimiento? Es de suponer que, si en otras comunidades,
como la catalana, los costes de supresión de una línea la Renfe los calculó en
200 millones y se han quedado en poco más de 33, no se hará con nosotros el
agravio comparativo de mantener los 600 millones, sin una rebaja drástica como
ha ocurrido allí, máxime siendo nuestra comunidad la más pobre de las
españolas, y las líneas que disfrutamos (o padecemos) de las más antiguas y
obsoletas de España. Es de suponer que no suceda, como ha sucedido otras veces,
que la poca rentabilidad de las líneas de comunidades más ricas se enjuguen con
la aportación de las comunidades más pobres, de las que desde el centralismo de
Renfe se puede pensar: “¡Total, para lo
que les sirve allí el ferrocarril!” Mi modo de pensar en esto, como creo que
el de mis paisanos, es que si nosotros tuviéramos al menos un ferrocarril
cómodo y decente, como demandan los tiempos y como tienen otras comunidades,
viajaríamos más en él de lo que viajamos ahora. Téngase en cuenta que tenemos
los peores ferrocarriles del país y que nos lo cobran a igual precio que los
buenos.
Que aparte de ello nos mentalicen en que técnicamente la Renfe está al
borde de la quiebra, nos parece muy bien como argumento negociador, pero que no
se rompa siempre la cuerda por lo más flojo como sería el caso de nuestras
líneas.
Diario HOY, 28 de diciembre de 1984
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