Yo no sé qué habrá legislado al respecto, pero hay ahora una
proliferación de niños gitanos pidiendo por los establecimientos hasta bien
entrada la madrugada. Son niños en edad escolar que se dedican a la mendicidad
obligados por sus mayores, al menos es lo que ellos cuentan, no sé si para
mover más a la caridad o porque el asunto sea cierto, porque de los gitanos,
que han hecho oficio de la mendicidad, hay que esperarlo todo. Es más, en
Cáceres hay una gitana que pide en un carrito, que suele ir “al corte”, llevada en coche por sus
hijos o familiares que, al concluir su jornada de mendiga, suelen retirarla del
mismo modo.
No digo que no padezcan necesidades, y muy lejos de mi intención está
el restarle clientela, sino que reconozco que han sabido montar por métodos más
modernos este sistema de mendicidad del que viven.
Pero volviendo a los niños gitanos, que son los que en realidad me
preocupan, por verlos hasta altas horas de la noche de bar en bar, o refugiados
a última hora en alguna sala de fiestas, huyendo del frío de la madrugada, lo
tremendo es que son niños en edad escolar y que ellos mismos cuentan el dinero
que les falta para poder volver a casa, ya que de no llevar una determinada
cantidad, impuesta por los padres, no les dejarán entrar en ella. Esto lo saben
muchos cacereños, que charlan con ellos y que, en más de una ocasión, les
completan la cantidad fijada por el padre, para que puedan regresar al hogar.
Uno llega a preguntarse: ¿puede haber padres tan desalmados como para
exigirles esto?, o bien, ¿es una añagaza de los propios gitanillos para mover
más a la caridad? Cierto que en todo esto se lucha con el analfabetismo de los
padres, pero es cierto también que los gitanos suelen ser muy familiares.
De todos modos, pienso que alguien debería encargarse de averiguar si
existe realmente esta forma de explotación y poner coto a ella.
Diario HOY, 17 de enero de 1985
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