Cada concejal de Tráfico de los que hemos disfrutado últimamente
solían tener sus manías y debilidades. José Luis Machuca, actualmente
gobernador civil de Ávila, se distinguió durante su gestión en el municipio
cacereño por su desmedido “amor” al
sonómetro que, dicho sea de paso, no nos sirvió para aminorar ningún ruido,
como no nos sirven para aminorarlos las denuncias casi diarias del vecindario a
los “pub”, bares nocturnos y salas de
fiesta, porque no sólo se trata de comprar el sonómetro, sino que había que
tener una ordenanza que regulara los niveles de decibelios de los ruidos y una
voluntad de multar al que se pasara de ellos. Otros muchos “chismes” que sirvieron para poco se compraron
en la época de Machuca, como pueden ser los “cepos” de tráfico que no sirvieron más que para dar disgusto a
algunos vecinos y a los propios policías municipales que los ponían, hasta el
punto de que fueron unos aparatos de los que hubo que prescindir, por inútiles.
Tras de Machuca tuvimos como concejal de Policía y Tráfico a
Victoriano Roncero, que no tuvo tiempo de encariñarse con nada, porque también
fue promocionado a más altas cotas políticas, pero en menor tiempo.
Ahora tenemos como concejal de estas cosas a Felipe Sánchez Pérez, que le ha tomado un gran cariño a los
parquímetros, a los que, si el pleno les da luz verde (ya que de cosas de tráfico
se trata), los veremos instalados en las principales calles cacereñas, con
indignación para unos y regusto para otros puesto que, aunque nos cuesten más
dinero, hay que reconocer que, por ello, habrá más espacios para aparcar los
vehículos de los que tratan de hacer una gestión y no son capaces de
desprenderse del coche.
Lo único malo es que, al par, deberían crearse más aparcamientos
gratuitos, que no se crean.
Diario HOY, 20 de febrero de 1987
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