Las cosas públicas tienen estas quiebras que unas veces acertamos en
lo que hacemos, otras no tanto y otras en absoluto. Por tratarse esto de una
cosa pública, tengo que referirme a ello y dar mi opinión personal como testigo
que fui de la sesión plenaria de la Diputación en la que se trató de la cesión
de un terreno al Ayuntamiento de Cáceres, para la construcción de un “camping” internacional de primea
categoría.
No es discutible, de ningún modo, la necesidad que Cáceres tiene de
alojamientos de todo tipo y, por lo del camping, los más entendidos en esto: el
“Club Camping Caravaning de Extremadura”
venía pidiendo —y solicitándolo al Ayuntamiento, hace un montón de años— su
construcción, sin que el asunto hubiera podido materializarse por la falta de
terrenos idóneos o dineros para adquirirlos con que el Ayuntamiento cuenta.
Esto, unido a que a nuestra ciudad la acaban de hacer Patrimonio Universal, ha
convertido en mucho más urgente el hacer alojamientos de cualquier tipo, bien
por parte de la iniciativa privada, por parte de la oficial (que está
realizando ya un pequeño parador en la Ciudad Monumental) y por parte del
propio diablo que viniera a hacer cualquier tipo de alojamiento en Cáceres.
Todos para mí merecerían el más encendido aplauso por venir a paliar un
problema que padece Cáceres, como es el de la falta de alojamientos. Por ello
—y esto es opinión personal— me pareció fuera de lugar la posición del grupo de
AP en ese pleno, perdiéndose en matices de si se debían o no ceder los
terrenos. Al menos me pareció inoportuna, todo lo contrario de la
inteligentísima posición del diputado y alcalde de Plasencia, Pepe Mariño que,
en nombre de su ciudad, supo dar una lección de la solidaridad que debe reinar
por encima de todo y de las viejas rencillas de campanario que debemos tener
superadas. Hay que saber cuándo y cómo se dicen las cosas y Mariño puede servir
de ejemplo para muchos.
Diario HOY, 25 de febrero de 1987
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