Yo no sé si ustedes han estado en el “trámite” de operarse de algo. Yo sí lo he estado y puedo decirles
que se pasan moradas —como popularmente se dice— porque la decisión tiene que
tomarla uno internamente y aunque a los amigos y a la familia no se le
confiese, en casos de estos la “procesión
suele ir por dentro”, aunque uno no se lo confiese a nadie y encima tenga
que poner buena cara para no alarmar a los familiares ni a las personas
queridas.
Por pequeña que sea la operación y por mucho que le digan a uno los
médicos que la cosa no tiene ninguna importancia, hay que hacer un gran
esfuerzo para ponerse en sus manos —por muy buen manos que tengan—, porque el
que más y el que menos piensa internamente que le van a dormir y puede
despertarse ante las barbas del mismísimo San Pedro, que con una sonrisa le pregunte: “¿Hijo, traes los papeles en regla?”… Al menos esto pensaba yo en
mi caso y, claro es, antes del suceso tienes que ponerte a buenas con tu
conciencia —por si acaso— y hacer el esfuerzo de tomar la decisión, como quien
tira una moneda al aire, pidiéndole a Dios que “salga cara”…
Pues bien, siendo este el “pan
nuestro de cada operando”, imagínense el caso que me cuenta un comunicante
en carta que, estando ya preparado para todo —y rezando interiormente a todos
los santos— en nuestra Residencia Sanitaria, donde le iban a intervenir, con
toda esa tensión a cuestas, sin haber dormido la noche anterior, y faltando
unos minutos para entrar en el quirófano, donde el cirujano su equipo estaban preparados, les dicen que
no pueden intervenirlo porque los anestesistas se han declarado en huelga…
Muy respetables son los intereses políticos, sociales y económicos de
esta clase, pero a mi juicio —y al de mi comunicante también— hay un tremendo
olvido de los intereses humanos del enfermo, que debían privar sobre los otros.
Juzguen ustedes mismos el caso, y por nuestra parte nos reservamos el
nombre del comunicante, aunque nos lo da, pero agrega —con cierta gracia— : “Por favor,, como tengo que operarme, no den
mi nombre, no vayan a molestarse conmigo, me anestesien más de la cuenta y me
lleven al campo de las amapolas”…
En fin, que está bien la promoción social y económica de una clase,
pero siempre respetando los derechos del enfermo… porque ¿quién le indemniza a
él ahora del miedo pasado?
Diario HOY, 16 de mayo de 1982
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