martes, 15 de agosto de 2017

El miedo es libre


Yo no sé si ustedes han estado en el “trámite” de operarse de algo. Yo sí lo he estado y puedo decirles que se pasan moradas —como popularmente se dice— porque la decisión tiene que tomarla uno internamente y aunque a los amigos y a la familia no se le confiese, en casos de estos la “procesión suele ir por dentro”, aunque uno no se lo confiese a nadie y encima tenga que poner buena cara para no alarmar a los familiares ni a las personas queridas.
Por pequeña que sea la operación y por mucho que le digan a uno los médicos que la cosa no tiene ninguna importancia, hay que hacer un gran esfuerzo para ponerse en sus manos —por muy buen manos que tengan—, porque el que más y el que menos piensa internamente que le van a dormir y puede despertarse ante las barbas del mismísimo San Pedro, que con  una sonrisa le pregunte: “¿Hijo, traes los papeles en regla?”… Al menos esto pensaba yo en mi caso y, claro es, antes del suceso tienes que ponerte a buenas con tu conciencia —por si acaso— y hacer el esfuerzo de tomar la decisión, como quien tira una moneda al aire, pidiéndole a Dios que “salga cara”…
Pues bien, siendo este el “pan nuestro de cada operando”, imagínense el caso que me cuenta un comunicante en carta que, estando ya preparado para todo —y rezando interiormente a todos los santos— en nuestra Residencia Sanitaria, donde le iban a intervenir, con toda esa tensión a cuestas, sin haber dormido la noche anterior, y faltando unos minutos para entrar en el quirófano, donde el cirujano  su equipo estaban preparados, les dicen que no pueden intervenirlo porque los anestesistas se han declarado en huelga…
Muy respetables son los intereses políticos, sociales y económicos de esta clase, pero a mi juicio —y al de mi comunicante también— hay un tremendo olvido de los intereses humanos del enfermo, que debían privar sobre los otros.
Juzguen ustedes mismos el caso, y por nuestra parte nos reservamos el nombre del comunicante, aunque nos lo da, pero agrega —con cierta gracia— : “Por favor,, como tengo que operarme, no den mi nombre, no vayan a molestarse conmigo, me anestesien más de la cuenta y me lleven al campo de las amapolas”…
En fin, que está bien la promoción social y económica de una clase, pero siempre respetando los derechos del enfermo… porque ¿quién le indemniza a él ahora del miedo pasado?
Diario HOY, 16 de mayo de 1982

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