Algunos cacereños deben aún recordarlo, porque hasta hace unos años
todavía figuraba uno de los carteles que de antiguo se habían puesto a las
entradas de Cáceres que decía: “Cáceres, capital de provincia, prohibida la
blasfemia y la mendicidad.”
Al que yo me refiero, que quizás fue el último en retirarse, fue a uno
que hubo en lo que fue de antiguo “Almacén de la sal”, más tarde bolera,
edificio que está ahora en una calleja formada entre las calles Margallo y José
Antonio, cerca de la plaza de toros, delante de la cual se hizo la central
lechera, que ahora se convertirá en cuartelillo de la Policía Municipal.
En los tiempos en que la Escuela de Magisterio estaba en el “Perejil”,
los que éramos alumnos de ella lo leímos y lo comentamos más de una vez, porque
excepto la primera parte del cartel, la de que Cáceres es capital de provincia,
la segunda creo que no se cumplió nunca o casi nunca, porque aquí se siguió
blasfemando y consintiendo, más o menos, la mendicidad porque ninguna campaña
de las que pudieron hacerse para evitarla dieron los resultados teóricos
apetecidos.
Digo esto, porque ahora el alcalde y algunas otras autoridades han
dicho van a tomarse en serio lo de retirar los mendigos de la vía pública,
sobre todo los niños cuyos padres los dedican a ella como un lucrativo negocio
que sin suda debe serlo, por aquello de que “se consigue más pidiendo que no
dando”, que reza el refrán español. Ojalá que en esta ocasión el buen deseo de
las autoridades encuentre el eco práctico que se busca, pero yo lo sigo dudando,
porque ayer mismo —iniciada ya la campaña— la proliferación de niños pedigüeños
en la calle y en los establecimientos públicos, dotados de su cartel, era aún
mayor que en días anteriores.
Hay que decir que en muchos casos —y esto es lo que habría de
comprobarse— esto entraña una picaresca organizada. No hace mucho fueron unos “profesionales
portugueses” los que montaron aquí su “negocio”, pero aparte de ellos hay
negocios de este tipo que llevan familias cacereñas. Hemos visto mendigos de éstos
que tienen hasta su coche propio para ir y venir “al trabajo”; se ha llegado a
decir que hasta, entre ellos, se “arriendan a los niños” a los que se alecciona
por las buenas o por las malas, posiblemente por las malas.
En fin, que la campaña tenga éxito, pero como no nos concienciemos los
propios cacereños en ella, poco éxito le auguramos.
Diario HOY, 13 de febrero de 1982
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.