miércoles, 2 de agosto de 2017

La mendicidad y su vieja picaresca


Algunos cacereños deben aún recordarlo, porque hasta hace unos años todavía figuraba uno de los carteles que de antiguo se habían puesto a las entradas de Cáceres que decía: “Cáceres, capital de provincia, prohibida la blasfemia y la mendicidad.”
Al que yo me refiero, que quizás fue el último en retirarse, fue a uno que hubo en lo que fue de antiguo “Almacén de la sal”, más tarde bolera, edificio que está ahora en una calleja formada entre las calles Margallo y José Antonio, cerca de la plaza de toros, delante de la cual se hizo la central lechera, que ahora se convertirá en cuartelillo de la Policía Municipal.
En los tiempos en que la Escuela de Magisterio estaba en el “Perejil”, los que éramos alumnos de ella lo leímos y lo comentamos más de una vez, porque excepto la primera parte del cartel, la de que Cáceres es capital de provincia, la segunda creo que no se cumplió nunca o casi nunca, porque aquí se siguió blasfemando y consintiendo, más o menos, la mendicidad porque ninguna campaña de las que pudieron hacerse para evitarla dieron los resultados teóricos apetecidos.
Digo esto, porque ahora el alcalde y algunas otras autoridades han dicho van a tomarse en serio lo de retirar los mendigos de la vía pública, sobre todo los niños cuyos padres los dedican a ella como un lucrativo negocio que sin suda debe serlo, por aquello de que “se consigue más pidiendo que no dando”, que reza el refrán español. Ojalá que en esta ocasión el buen deseo de las autoridades encuentre el eco práctico que se busca, pero yo lo sigo dudando, porque ayer mismo —iniciada ya la campaña— la proliferación de niños pedigüeños en la calle y en los establecimientos públicos, dotados de su cartel, era aún mayor que en días anteriores.
Hay que decir que en muchos casos —y esto es lo que habría de comprobarse— esto entraña una picaresca organizada. No hace mucho fueron unos “profesionales portugueses” los que montaron aquí su “negocio”, pero aparte de ellos hay negocios de este tipo que llevan familias cacereñas. Hemos visto mendigos de éstos que tienen hasta su coche propio para ir y venir “al trabajo”; se ha llegado a decir que hasta, entre ellos, se “arriendan a los niños” a los que se alecciona por las buenas o por las malas, posiblemente por las malas.
En fin, que la campaña tenga éxito, pero como no nos concienciemos los propios cacereños en ella, poco éxito le auguramos.
Diario HOY, 13 de febrero de 1982

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