
Cierto que “Cartulina” fue
un tipo popular al que la chiquillería de hace bastantes años andaba abromando
por la calle. Pero yo lo único que sé de él es que pertenecía al gremio de la
construcción y que se llamaba Gregorio, aunque desconozco el apellido.

En definitiva, las “cartulinas”
de tabaco eran algo de valor estimable, y nuestro buen Gregorio tuvo la
desgracia de perder la suya, cosa que le traumatizó y le dio por preguntar a
todo el que se encontraba por la calle, y aun por las casas de Cáceres, si
habían encontrado su “cartulina”. A
tantos molestó con la pregunta que todos acabaron llamándole “Cartulina”. Lo peor del caso es que los
chiquillos aprendieron el mote y por la calle seguían diciéndole “Gregorio Cartulina”, contestándoles él
con alguna palabrota, lo que por hacerles gracia se quedó por costumbre… Pero
la cosa llegaba a más, porque ya no hacía falta nombrar el mote, sino gritarle
simplemente: “¡Gregorio, que te lo digo!”,
cosa que automáticamente le hacía soltar una sarta de “truenos” y palabrotas que le hicieron famoso y popular en nuestras
calles. Ya ven cómo por una desgracia puede llegar también la fama callejera.
Diario HOY, 6 de mayo de 1982
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