(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
No solía faltar en ella lo que llamábamos gaseosa de pobre, que se hacía
a base de vinagre, azúcar, agua y bicarbonato, porque entonces las bebidas
embotelladas eran privativas, aunque existieran las gaseosas de la bolita, y ni
las familias, ni los niños, estábamos tan sobrados de dinero como ahora.
Esta tradición, que sigue conservándose en Andalucía, se ha perdido
totalmente en Cáceres, donde tuvo un arraigo infantil y popular y cuyo origen
antiguo desconozco, lo que sí estoy seguro es que los niños de ahora no tienen
ni idea de que existiera, ni de la fiesta que se montaba alrededor de ese “monumento” de estampas y papeles de
colores que nos afanábamos por que fuera el mejor del barrio.
Quedan otras tradiciones de comienzos de mayo, pero más nuevas y
evolucionadas. La de San José, como en alguna otra ocasión he contado, quienes
la festejaban en Cáceres eran los carpinteros, porque da la casualidad que el
santo patriarca era carpintero, luego se convirtió en obrero, más tarde en
artesano, y ahora, según las últimas investigaciones de J.J. Benítez basadas en
los libros llamados “apócrifos”, lo
que resulta que era San José, es constructor... Pero eso no importa; el mundo y
las tradiciones evolucionan y hay muchas, inmediatamente pasadas, de las que
nos olvidamos.
Diario HOY, 1 de mayo de 1982
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