A algunos le habrá extrañado el que en el último pleno municipal, el
alcalde informara de que había “tropezado”
con un expediente —del que pocos se acordaban— por el que se le concedía la
medalla de oro de Cáceres a la Universidad de Salamanca; pues bien, aparte de
que hablemos más extensamente del tema en otro lugar, diremos que a nosotros no
nos chocó tanto porque, aunque esta corporación ha rectificado bastante en
esto, estamos acostumbrados —y más de una vez lo hemos dicho— a que los asuntos
se acuerden en el pleno y luego no se cumplan estos acuerdos que quedaban
archivados y olvidados por los propios que los habían propuesto.
Nos recordaba esto lo que nos contaron, hace ya mucho tiempo, que
pasaba con un tabernero de la localidad de Montánchez. Su bar lo frecuentaba
mucho la gente joven, que no solían tener un duro, y tenían la costumbre de
pedir una consumición y decirle: “¡Apunta,
Juan!...” Él solía apuntarlo en una pizarra esperando el pago, pero como
éste no llegaba, cuando algún moroso le volvía a decir el: “Apunta, Juan”, respondía él: “Pero señores, ¿cuando hago fuego?”…
Porque una cosa es apuntar y otra hacer fuego, y en muchas corporaciones
anteriores lo de “hacer fuego” se
olvidaba, como se olvidó el entregar la medalla a la Universidad de Salamanca,
que la tenía concedida y aún adquirida.
Pero entre todos los sucedidos de hace años, referentes a olvidos y
ocurridos en el Ayuntamiento, el que se lleva la palma es el que le sucedió a
mi buen amigo Tiburcio Jiménez cuando entró de concejal, hace ya muchos ayuntamientos.
El fue un concejal prudente que hablaba e intervenía poco pero, recién llegado
a su concejalía, una de las cosas que pidió es que se arreglara un tragante de
la confluencia de las calles Ríos Verdes con General Margallo, porque al estar
en malas condiciones, cada vez que caían cuatro gotas, se inundaba la carpintería
de Porras (que era en la que él trabajaba). El asunto se aprobó y se declaró de
urgencia… y pasaron los seis años de mandato de su concejalía sin que se arreglara.
Ya cuando estaba a punto de marcharse del Ayuntamiento, en la despedida, volvió
a recordarlo, diciendo “que se llevaba clavada una espina” porque no se le había
hecho caso en esta proposición. El alcalde de entonces le prometió que en unos
días se arreglaría y se volvió a declarar de urgencia… pero la tragante se
arregló cuando llevaba más de un año “jubilado” de concejal.
Diario HOY, 11 de marzo de 1982
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