lunes, 14 de agosto de 2017

Nuestra “generación bocadillo”


La generación a la que yo pertenezco la llamaba el poeta Alfonso Albalá, fallecido ya, que también pertenecía a ella, la “generación bocadillo”. Se explicaba del siguiente modo: Nosotros fuimos los niños de la guerra civil, pero que no fuimos a la guerra; pasamos todas las calamidades de ella: hambre, desnutrición, mercado negro, bombardeos, pérdida de los seres queridos…, pero no fuimos héroes, porque no teníamos edad para ello. Teníamos que admirar por obligación a los que estuvieron en el frente de nuestra guerra, y de Rusia con la División Azul, pero éramos una generación estática, admirativa, a la que no se nos permitía opinar en nada. Se nos ponía como ejemplos a imitar el de los héroes, que habían estado en los frentes y volvían cargados de medallas, a los mayores que, sin haberlo estado, presumían de las mismas medallas. Se nos simplificó el bien y el mal en la política en “rojos y azules” y cuando intentábamos algo, aunque fuera opinar, se nos decía aquello de: “Ya llegaréis”, o lo que es más drástico: “Cuando seáis padres, comeréis huevos”…
Y cuando llegamos a jóvenes, no había “huevos que comer” porque se los comían los ex combatientes, los héroes —que eran inmortales o lo parecían—, los adeptos al Movimiento, las viejas guardias de todo tipo, que copaban todos los puestos de cualquier oposición o de cualquier prebenda.
Nueva espera y el deseo de decir: “Pues bien, aunque ahora no mandamos en nada, ni se nos escuche, ya llegarán nuevas generaciones sobre las que podamos ejercer, no una dictadura, pero sí una mentoría, porque serán nuestros hijos que no queremos pasen lo que nosotros hemos pasado…” Pero surgió la moda de no traumatizarlos, de no reñirles por aquello de “no crearles complejos”, de dejarlos ser y estar a su aire y volvimos a tener que silenciar lo que pensábamos, porque nuestras historias eran “batallitas inaguantables” que les importaban “un pito”… y quizás tuvieran razón.
En fin, fuimos una generación sacrificada, entre la de los héroes y la de los “pasotas”, que vivió el cambio asombrándose de que, en muchos casos, los amigos héroes tenían también los carnets más antiguos de los partidos proscritos anteriormente, quizás “nada entre dos platos”, pero mereció la pena vivir la experiencia.
Diario HOY, 8 de mayo de 1982

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