Como quiera que la cosa es el comentario callejero de Cáceres, que
como cada hijo de vecino español, tiene también su “corazoncito” en el conflicto de las Malvinas, donde un país hispano
está involucrado; como se dice por la calle, habremos de recogerlo, porque hay
un malestar general aunque rebase los límites locales.
Nos lo decía ayer un vecino de Caceres: “No nos va el papel de pordioseros, con la mano extendida y pidiendo
una y otra vez nuestra entrada en el Mercado Común, la OTAN y la devolución de
Gibraltar, “por el amor de Dios” —que diría un mendigo— y teniendo que tragar
con todo lo torcido que puedan hacer los países que nos puedan ayudar en este
empeño.
Estamos perdiendo —o hemos perdido ya— nuestra personalidad. España,
como nación y en la política internacional, no obra con arreglo a las apetencias
y deseos de “la base”, del pueblo, y
se nos está fabricando una imagen fuera que, al menos, al hombre de a pie no le
gusta.
Nuestro Gobierno está “templando
gaitas” a Inglaterra en el caso de las Malvinas y no se atreve a decir lo
que la calle dice, que moralmente, estamos al lado de Argentina e indignados
por los muchos “gibraltares” que
Inglaterra tiene en el mundo y por la agresión continua la los que, como
Argentina y nosotros, padecemos este expolio en nuestra propia carne…
Yo no se —agregaba nuestro interlocutor— por qué pasan estas cosas,
pero luego no debe extrañarnos que el mundo en general y nuestro mundo hispano
en particular, con tanto “templar gaitas”
a Inglaterra acaben llamándonos —a nosotros y a nuestro Gobierno— “soplagaitas”, que es lo menos que pueden
llamarnos…”
Yo no sé si este cacereño tiene razón o no, pero la cosa es para
meditarse, porque con “paños calientes”
no vamos a ir, internacionalmente, a lado alguno.
Diario HOY, 4 de mayo de 1982
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