domingo, 13 de agosto de 2017

Una política de “soplagaitas”


Como quiera que la cosa es el comentario callejero de Cáceres, que como cada hijo de vecino español, tiene también su “corazoncito” en el conflicto de las Malvinas, donde un país hispano está involucrado; como se dice por la calle, habremos de recogerlo, porque hay un malestar general aunque rebase los límites locales.
Nos lo decía ayer un vecino de Caceres: “No nos va el papel de pordioseros, con la mano extendida y pidiendo una y otra vez nuestra entrada en el Mercado Común, la OTAN y la devolución de Gibraltar, “por el amor de Dios” —que diría un mendigo— y teniendo que tragar con todo lo torcido que puedan hacer los países que nos puedan ayudar en este empeño.
Estamos perdiendo —o hemos perdido ya— nuestra personalidad. España, como nación y en la política internacional, no obra con arreglo a las apetencias y deseos de “la base”, del pueblo, y se nos está fabricando una imagen fuera que, al menos, al hombre de a pie no le gusta.
Nuestro Gobierno está “templando gaitas” a Inglaterra en el caso de las Malvinas y no se atreve a decir lo que la calle dice, que moralmente, estamos al lado de Argentina e indignados por los muchos “gibraltares” que Inglaterra tiene en el mundo y por la agresión continua la los que, como Argentina y nosotros, padecemos este expolio en nuestra propia carne…
Yo no se —agregaba nuestro interlocutor— por qué pasan estas cosas, pero luego no debe extrañarnos que el mundo en general y nuestro mundo hispano en particular, con tanto “templar gaitas” a Inglaterra acaben llamándonos —a nosotros y a nuestro Gobierno— “soplagaitas”, que es lo menos que pueden llamarnos…”
Yo no sé si este cacereño tiene razón o no, pero la cosa es para meditarse, porque con “paños calientes” no vamos a ir, internacionalmente, a lado alguno.
Diario HOY, 4 de mayo de 1982

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