Todo es relativo en esta vida y resulta que con la promoción “formativa y cultural” (así entrecomillada)
que algunas salas de cine nos vienen dando, la gente ha dado en decir que “El Teatro Chino” —que tenía antes fama
de procaz— se ha convertido en algo soso, en una especie de “espectáculo blanco”, apto para ursulinas
de las de antes.
Vea si no algunos de los títulos que nuestros cines ofrecen en el
deseo de esa culturización del pueblo que debe saber de todo: “Las viciosas y la menor”, “Con las bragas por el suelo”, “Orgasmo caliente”, “Violencia en las calles”, “Las
calientes noches de Calígula” y un sinfín de títulos más —que se dan a
diario en nuestra cartelera— que estamos seguros que van dirigidos a reprimidos
y gentes inmaduras, ya que cuando tanto insisten en ellos por algo será.
No es que uno se desgarre las vestiduras porque esto suceda, lo que sí
hay que decir es que esta “cultura”
se ha puesto a niveles económicamente débiles, y ya no hace falta viajar a
Francia, como en la oprobiosa dictadura, en la que sólo unos privilegiados
tenían acceso a esos caros viajes para ver en alguna ciudad francesa fronteriza
cosas que aquí, en una capitalita de provincias como la nuestra, puede ver
cualquier que tenga unos duros en el bolsillo. Ustedes recordarán aquellas
excursiones a ver “El último tanto en
París”, pues ya no hace falta tanto gasto, puesto que cosas “mucho más gordas” se ven en las
pantallas propias.
Pero esto ha traído como consecuencia el que los espectáculos que antes
considerábamos como “fuertes”, caso
del Teatro Chino, se nos hayan quedado atrás y desfasados… Aunque a decir verdad,
yo pienso que las gentes normales comienzan a estar un poco hartas de tanta “verdura” sin pies ni cabeza.
Les confieso a ustedes que yo prefiero las “Marionetas de Maese Villarejo”, y creo que mucha gente mayor
también a juzgar por el éxito que entre los grandes —no sólo los niños— tienen
estas sesiones feriales en las que “Gorgorito”,
la bella “Rosalinda” y la malísima
bruja “Ciriaca” derrochan imaginación
e ingenuidad, que en cierto modo viene a lavar la mancha que en la conciencia
nos queda tras esas sesiones de “cine
porno” que en la mayoría de los casos no tienen ni pies ni cabeza.
Diario HOY, 1 de junio de 1983
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